Woody Allen vuelve con un Golpe de Suerte
Woody Allen vuelve con su película número 50: Golpe de Suerte. Y lo hace tras un parón de tres años, algo nada habitual en él, que nos tenía acostumbrados a una regularidad de relojero de una película al año. Los motivos para este retraso van más allá de lo cinematográfico. Por un lado está, por supuesto, la pandemia; mientras que por otro están las dificultades para encontrar financiación que ha tenido ahora que lo han cancelado.
La solución a esto último ha venido por medio de la financiación francesa. Ya que Golpe de Suerte es, en sí, una película francesa, con un elenco principalmente del país galo y rodada en francés.
La estabilidad de un matrimonio adinerado se tambalea cuando Fanny se reencuentra con un antiguo compañero de clase, con el que comienza a pasar cada vez más tiempo. En Golpe de Suerte estamos otra vez en el terreno de Crimen y Castigo que Allen ha abordado en varias películas anteriores -como Delitos y Faltas (1989), Match Point (2005) y El Sueño de Casandra (2007), todas ellas con distintos matices.
Golpe de Suerte no es una excepción y, siendo más o menos lo mismo, no es igual. Estamos ante una película menos ligera y bastante más sólida de lo que han sido sus mediocres predecesoras Rifkin’s Festival (2020) y Día de lluvia en Nueva York (2019). En ella encontramos los simpáticos giros tan marca de la casa, que en algún caso nos recuerdan a Misterioso Asesinato en Manhattan (1993) y que tanto nos divierten.
Aún así, Golpe de Suerte no deja de ser una obra menor. Aunque tiene algunos buenos momentos, como el plano secuencia inicial con sus movimientos de cámara alrededor de los protagonistas, se nota una dirección perezosa. Woody Allen siempre ha sido de colocar la cámara y que los actores hagan lo suyo en una o dos tomas y a correr. Y conforme se hace mayor esta pereza va a peor.
El resultado es que las interpretaciones no son nada destacables y los diálogos suenan impostados -Lou de Laâge y Niels Schneider están poco más que correctos, y solo destaca ligeramente Melvil Poupaud-. Además, algunas escenas se alargan más de lo necesario. De hecho, la primera mitad de la película, que es la que nos pone en situación, si bien es necesaria tiene un desarrollo demasiado largo y lento. Hubiera sido mucho más dinámica si se hubiera acortado el primer acto para dar paso cuanto antes a los giros de guion.
La fotografía es estupenda, ya que vuelve a estar a cargo de Vittorio Storaro, habitual colaborador de Woody estos últimos años, el cuál alcanzó su máxima cota en su relación con el director neoyorkino en su trabajo en Wonder Wheel (2017). Sin embargo, la presencia de la música vuelve a ser cargante y repetitiva, como nos tiene acostumbrados en sus últimas películas, lo que hace un poco pesado el visionado y a veces te saca del contexto.
En definitiva, ¿qué más se le puede pedir a un director de 87 años que lleva más de cinco décadas haciendo películas? Golpe de Suerte es desde luego una obra menor, pero a la vez una de las mejores películas del director en años. Mantiene ese punto de interés que agradará a los fan, aunque no enganche a ningún público nuevo.
Si al final resulta que Golpe de Suerte es la última película de Woody Allen serán un colofón digno a una carrera única y brillante, a pesar de que la última década haya dejado tanto que desear.
. La fotografía de Vittorio Storaro
- Diálogos poco verosímiles