Terminator: Destino Oscuro, vuelta a los orígenes

Terminator: Destino Oscuro es la -de momento- última entrega de la saga de películas protagonizadas por Arnold Schwarzenegger e inaugurada en 1984 por James Cameron. En esta ocasión está dirigida por Tim Miller, responsable de Deadpool (2016) ¿Era necesaria otra entrega de Terminator después del fracaso de las anteriores? Vamos a verlo.

En primer lugar, Terminator: Destino Oscuro rompe con la línea temporal de las confusas secuelas anteriores y se sitúa como una continuación directa de Terminator: El Juicio Final (1991). Lo que significa que todo lo ocurrido en Terminator 3 (2003), Terminator Salvation (2009) y Terminator Génesis (2015) no cuenta. Lo que, la verdad, no nos importa en absoluto.

Terminator: Destino Oscuro retoma el concepto original de la saga. Aunque no está detrás de las cámaras -ahora mismo está muy ocupado con sus nuevas películas de Pitufos-, se nota que James Cameron está presente en la producción. Hemos vuelto a lo simple.

La película transcurre en la actualidad, muchos años después de los acontecimientos de Terminator: El Juicio Final. Pero el esquema es similar: un nuevo terminator viene del futuro y en esta ocasión Sarah Connor (Linda Hamilton) tendrá que proteger a la joven Dani (Natalia Reyes) de este. Para ello contará con la ayuda de Grace (Mackenzie Davis), una híbrido de cyborg que también viene del futuro para protegerla.

Nada nuevo bajo el Sol. Hay quien critica a esta secuela por su simplicidad. Pero quien dice esto parece que no ha visto las dos primeras de la saga, que también son sota, caballo y rey. Un esquema sencillo donde priman las escenas de acción y las paradojas temporales.

En el caso de Terminator: Destino Oscuro las aportaciones son un nuevo terminator híbrido entre el primero y el segundo, una cyborg como novedad y un T-800 envejecido que es lo más absurdo y menos coherente de la saga, que ya es decir. El personaje de Schwarzenegger en esta ocasión se nota demasiado que es un pegote forzadísimo para justificar la presencia del actor en la película.

Lo mejor de Terminator: Destino Oscuro es Sarah Connor. Y es que lo cierto es que el personaje central y más interesante de toda la saga es Sarah. De hecho las películas giran en torno a ella, y cuando no está presente en una saga esta se desploma porque carece de sentido. Linda Hamilton está mayor, pero sigue teniendo la misma fuerza que demostró en la segunda entrega. Casi solo por su presencia merece la pena ver esta secuela.

Arnold Schwarzenegger en su rol de T-800 está correcto, incluso un poco mejor de lo que cabría esperar. Los pequeños toques de humor, que recuerdan al enfoque de Terminator: El Juicio Final, lo salvan de la quema. Aunque echo en falta que una película como esta se tome menos en serio a sí misma.

Natalia Reyes como Dani hace un buen trabajo y Mackenzie Davis también mantiene el tipo. Esta última una actriz relegada a papeles secundarios en películas fantásticas como en Blade Runner 2049 (2017) o en The Martian (2015), pero que demostró todo lo que valía en la estupenda serie Halt and Catch Fire.

Terminator: Destino Oscuro no aporta nada y es una secuela completamente innecesaria. Pero eso es algo que ya se sabe antes de verla. Los nostálgicos de la saga se van a encontrar con una secuela correcta y entretenida que sigue el esquema sencillo de las originales. Este tipo de público puede que la disfrute. El resto: absténganse.

Terminator: Destino Oscuro
5.6 Puntuación total
Pros
- Linda Hamilton
- La vuelta a lo sencillo
Contras
- Lo forzado de la presencia de Schwarzenegger
- Que no aporta nada
Dirección
Guion
Arte
Actuaciones

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