La Casa de Jack es la casa de Lars von Trier

Lars von Trier regresa a la gran pantalla tras cinco años de ausencia con La Casa de Jack (The House That Jack Built), una película que viene precedida, cómo no, por una gran polémica. En esta ocasión el motivo es la violencia explícita que contiene y que escandalizó al público del Festival de Cannes cuando se proyectó allí fuera de concurso. Tanto es así que se cuenta que mucha gente abandonó la sala a la mitad.

Vamos a empezar por quitarle hierro a la polémica sobre la violencia. Sabemos que el director danés siempre busca la provocación para promocionar sus trabajos, al igual que sabemos que le funciona a la perfección, ya que ni crítica ni público pueden evitar morder el anzuelo.

Esta es una de esas ocasiones en las que hay más bombo que otra cosa. Es cierto que hay quien no soporta la película y se marcha a mitad de la proyección -doy fe, cuando yo la vi una pareja se fue de la sala en uno de los momentos más «álgidos»-. Pero también es verdad que no es para tanto, no es nada que no hayamos visto antes en cualquier otra película y, sin ir más lejos, en mi opinión la propia Anticristo (2009) de Lars von Trier contiene escenas más duras.

Todo este revuelo viene dado por el argumento de La Casa de Jack, que no es otro que las peripecias de un asesino en serie a lo largo de doce años de crímenes -lo del nombre del protagonista haciendo alusión a Jack «el Destripador» no puede ser más evidente-. El propio Jack nos narra en primera persona, y por medio de la voz en off, lo que llama cinco incidentes elegidos al azar.

Si son o no al azar ya es algo que tendrá que decidir el público, ya que casualmente de los múltiples asesinatos cometidos por Jack, solo se muestran aquellos que van contra mujeres porque son impertinentes, estúpidas o tontas -según el propio protagonista-.  Conforme avanza la película nos damos cuenta de que este hecho no es casual al irnos percatando de dos cosas.

Una que el tema de los asesinatos y la violencia explícita no contiene en sí mismo mucha sustancia. No hay nada detrás de los episodios macabros. Es lógico que si te quedas en la superficie te parezca una película vacía con una violencia tan insustancial como gratuita. De hecho, esa es la postura de buena parte de la crítica especializada.

Pero en realidad se trata de un Macguffin, una excusa provocadora para hablarnos de otra cosa. Y es que La Casa de Jack es una reflexión del propio director sobre el arte. Más concretamente sobre su propio arte y su persona como artista.

Utilizando a Jack como un alter ego, Lars von Trier repasa su carrera -sus crímenes- en una particular -y literal- bajada a los infiernos. También reflexiona o responde a muchas de las acusaciones que le han caído encima a lo largo de los años, como su supuesta misoginia o la acusación de justificar el nacismo que le llevó  ser declarado persona non grata en Cannes.

Todo esto lo hace por medio tanto con su estilo cargante -y últimamente muy obvio- de contar las cosas, como por su siempre fino sentido del humor. En este sentido ojo a las referencias al nacismo. No es casual que el personaje que acompaña a Jack sea encarnado por el actor Bruno Ganz, el mismo que interpretó a Hitler en El Hundimiento (2004). Otra broma del bueno de Lars, para quien le haga gracia.

En definitiva, en La Casa de Jack, Lars von Trier realiza -una vez más- una catábasis y una catarsis para purgar su alma torturada. La cuestión es: ¿nos importa? Pues la verdad, no mucho. Trier ya estrelló un planeta contra la Tierra en Melancolía (2011) tras salir de una depresión. Es decir, no es la primera vez que utiliza su cine para desahogar su angustia de alguna manera. Pero tanto en aquella ocasión como en tantas otras, estamos hablando de películas deslumbrantes que te dejaban fascinado y pegado a la butaca. Por lo menos en mi caso.

En esta ocasión tengo que decir que La Casa de Jack me ha dejado un tanto frío. Es muy larga, pero no más que lo son las dos partes de Nymphomaniac. Sin embargo se me hizo larga, que es peor. Está claro que una duración menor le habría sentado mejor. Pero a ver quién le dice eso al ego de Lars.

Lo cierto es que La Casa de Jack es un trabajo demasiado personal que carece de elementos con los que el público pueda empatizar y a los que pueda agarrarse. Este ejercicio de onanismo provocador no tiene la fuerza y el atractivo de sus tres últimas películas, todas excelentes.

Aún así, si uno entra en el perverso juego del director, La Casa de Jack es una película con buenos momentos que se puede disfrutar, e incluso que puede sacar alguna sonrisa a quien tenga un sentido del humor negro en sintonía con Lars von Trier.

Toda la película se basa en la interpretación de Matt Dillon, el cual hace una de sus mejores interpretaciones, quizá desde que protagonizó Factotum (2005), aquella adaptación de una novela de Charles Bukowski. Del resto del reparto, además del mencionado Bruno Ganz, solo cabe destacar la presencia de una últimamente irreconocible Uma Thurman en el mejor papel femenino de la película.

También encontramos en La Casa de Jack que el director danés vuelve a utilizar el recurso de la cámara superlenta y el alto rango dinámico. Algo muy efectivo que usó por primera vez en Anticristo y que no ha dejado de meter en todas sus películas desde entonces. La verdad es que ya cansa y aporta poco a la película. Salvo que este recurso recurrente sea algún tipo de nexo entre todas estas películas. De hecho en La Casa de Jack hay alguna que otra referencia explícita a todas ellas.

En definitiva, La Casa de Jack es de visionado obligatorio para fans de Lars von Trier, pero no creo que sea una película que le pueda interesar a nadie más. E incluso los fans lo tienen difícil con esta película, ya que desde luego no se encuentra entre lo mejor de la filmografía de este director maldito.

La Casa de Jack
6.4 Puntuación total
Dirección
Guion
Arte
Actuaciones

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