Secretos de Estado, a medio camino de muchas cosas
Secretos de Estado (Official Secrets) de Gavin Hood es una interesante propuesta británica que ha llegado esta semana a las salas comerciales.
Secretos de Estado es un drama basado en hechos reales que trata sobre cómo el gobierno británico de Tony Blair colaboró con la administración Bush estadounidense para comenzar una guerra ilegal contra el Irak de Saddam Hussein. Las mentiras, manipulaciones y terribles consecuencias son de sobra conocidas. En especial en España, donde contamos con la vergüenza de haber tenido al presidente Aznar participando de todo eso -recordemos la famosa foto de las Azores-.
En esta ocasión no se habla directamente del tema de la fabricación de pruebas para inventarse la existencia de armas de destrucción masiva en Irak, sino que se nos detalla un episodio concreto en el Reino Unido. En él, una traductora del GCHQ filtra un correo electrónico secreto para desvelar las mentiras del gobierno y así intentar evitar la guerra.
La verdad es que para el público no inglés, o no muy puesto en estos detalles, el relato resulta muy interesante y muy revelador. Siempre me parecerán pocas las películas de este tipo que se produzcan para desenmascarar las mentiras de los gobiernos capitalistas, que la final acabamos pagando todos.
Sin embargo, cinematográficamente hablando Secretos de Estado deja algo que desear. En realidad se trata de una mezcla de géneros que pretende unir el documental, el cine de espías, el drama periodístico de investigación y el drama judicial. Quizá sea por un intento de ser lo más fieles a la historia real, pero el hecho es que ninguno acaba de cuajar del todo.
De todos ellos, solo parece despegar con la trama periodística. Pero por desgracia esta se agota rápidamente. Secretos de Estado queda muy lejos de películas como Todos los Hombres del Presidente (1976) o las más recientes Spotlight (2015) o Los Archivos del Pentágono (2017).
No es una sorpresa para nadie que en un batiburrillo así de géneros ninguno de ellos llegue a destacar, y las posibilidades que pueda tener cada parte de la trama acaben diluidas y desperdiciadas.
Aún así el trabajo de Gavin Hood en la dirección es más que aceptable, porque la película nunca pierde interés o se hace pesada, aunque la sensación de estar viendo un docudrama a medio fuelle no abandona nunca. Hood nunca se ha destacado por ser un gran director. Lo conocemos de thrillers como Expediente Anwar (2007) o Espías desde el cielo (2015) y de películas de ciencia ficción más bien mediocres -por ser suave- como X-Men Orígenes: Lobezno (2009) y El juego de Ender (2013). Lo que hace que Secretos de Estado seguramente sea su mejor trabajo hasta la fecha.
El elenco de la película es muy destacable. Está protagonizada por Keira Knightley en el papel de Katharine Gun, pero también cuenta con el gran Ralph Fiennes y con Matthew Goode (Stoker, Watchmen, Match Point…), ambos muy desperdiciados en papeles secundarios. En general ninguna actriz o actor destaca especialmente.
En definitiva, Secretos de Estado es una cinta a medio camino de muchas cosas, lo que sin duda le perjudica. Debería haberse enfocado mucho más en un género concreto. Aún así funciona como docudrama y es muy interesante de ver.
Desde luego, las cosas que cuenta deben saberse. No solo para conocer un episodio concreto de la política británica de hace más de tres lustros, sino para no caer en las mismas trampas propagandísticas de los gobiernos capitalistas actuales para colarnos los próximos recortes, la mochila austriaca, el descontrol del precio de los alquileres o quien sabe qué más.