Oxígeno, una ocurrencia bien realizada
El pasado 12 de mayo Netflix estrenó Oxígeno, un thriller de ciencia ficción dirigido por el francés Alexandre Aja. La película ha tenido una buena recepción entre el público y la crítica para lo que suelen ser las películas directamente distribuidas por esta plataforma de VoD.
En Oxígeno una mujer despierta en una cápsula médica donde ha sido criogenizada. Esto no debería haber sucedido, pero algún tipo de fallo en el sistema ha hecho que despertara y, algo peor, que se esté acabando el oxígeno con el que cuenta.
Para más inri, ella no recuerda nada en el momento de recuperar la consciencia y solo puede tratar de deducir qué es lo que está ocurriendo gracias a la ayuda de la inteligencia artificial de la propia cápsula.
Es inevitable comparar Oxígeno con Buried (2010) del español Rodrigo Cortés y protagonizada por Ryan Reynolds. En esta, un hombre despierta enterrado vivo en un ataúd, lugar en el que trascurre todo el desarrollo de la película.
Este tipo de filmes son de una dificultad extrema a la hora de realizarlos. Carecen de la mayoría recursos típicos del cine como distintas localizaciones y personajes. Aquí una sola localización y un solo personaje tienen que mantener durante hora y media el pulso de toda la narración. Cómo colocar la cámara en un espacio tan reducido o cómo dotar de variedad de planos a un solo espacio es un verdadero quebradero de cabeza.
Oxígeno sale muy airosa de este entuerto y consigue resultar interesante sin que su ritmo narrativo decaiga en ningún momento. La dirección de Alexandre Aja junto con el guion Christie LeBlanc logran hacer que el espectador se enganche a la angustia que sufre la protagonista.
Lo peor de Oxígeno está precisamente en los agujeros del guion de LeBlanc. Las opciones y decisiones que toma la inteligencia artificial de la cápsula son absurdas en muchos momentos y, lo peor, muy oportunas para el posterior desarrollo de la trama. Una vez que llegas a la conclusión te das cuenta de lo forzado que ha estado todo lo anterior para conseguir alcanzar ese punto.
El absoluto protagonismo de Mélanie Laurent, una afamada actriz francesa que tuvo una fugaz proyección internacional hace una década, está a la altura de lo que se espera de ella. Si su interpretación fallase o no resultase convincente todo el andamiaje se desmoronaría. No es el caso. Laurent mantiene el tipo y soporta muy bien la presión de que toda la película dependa de ella.
Oxígeno resulta ser una película más interesante de lo que su premisa nos podría hacer pensar. Sin embargo, no es nada que no hayamos visto antes en películas como Buried, y ciertos flecos del guion hacen que, al final, se quede en una mera ocurrencia. Eso sí, bien realizada.