Cruella, un duelo interpretativo que se queda en escaramuza

La semana pasada se estrenó Cruella simultáneamente en cines y en la plataforma de VoD Disney+. Dirigida por Craig Gillespie (Yo,  Tonya, 2017), se trata de otra película que explora y le da una nueva vida a los clásicos de Disney en acción real, es decir, con actrices y actores y no en animación.

Cruella no es una nueva adaptación de 101 Dálmatas (1961), sino que se trata de un relato de orígenes del personaje. En este caso el de la villana Cruella de Vil. Y para ello cae en todos los tópicos. En la misma línea que por ejemplo Joker (Todd Phillips, 2019), Cruella no es mala porque sí, sino que le han ocurrido una serie de cosas que la han hecho ser como es. Esta premisa no es de por sí ni buena ni mala, simplemente no es original.

El problema de Cruella no viene tanto de la idea de base como del desarrollo de la misma. La introducción es excesivamente larga. De hecho, toda la película lo es. Sobra fácil media hora de metraje. La película de Gillespie adolece de una clara falta de ritmo que hace que nada funcione ni cree el más mínimo interés en el público.

La trama del guion es un melodrama barato tan rebuscado que no cuenta con los más mínimos visos de verosimilitud como para resultar creíble dentro su propio mundo fantástico. Aunque no podemos olvidar que estamos hablando de Disney y al público objetivo al que está dirigida la película, contar un guion mejor que aportase solidez al relato no habría estado de más.

Cuando hablamos de Cruella, lo primero que se menciona es el duelo interpretativo entre las dos Emmas: Emma Stone y Emma Thompson. No cabe duda que lo mejor de la película es Emma Stone, de la que nadie cuestiona su calidad como actriz. Sin embargo, su personaje de Cruella no acaba de despegar, y se queda en un esbozo de lo que podría haber sido. En cuanto a Thompson, es un placer siempre verla en pantalla y resulta más que correcta, pero tampoco brillante. Con lo que el «duelo interpretativo» apenas se queda en una escaramuza.

El resto de actores y actrices se limitan a ser secundarios dibujados con trazo grueso, en los que nunca se profundiza. Y eso que con la larga duración de la película bien podrían haber llegado un poco más lejos con alguno de ellos. Por ejemplo, cuando el personaje de Jasper (Joel Fry) muestra sus dudas con la actitud de Cruella, algo que podría dar mucho de sí, pero que se queda sin desarrollar.

La banda sonora es terrible, de lo peor que he visto en mucho tiempo. Lo cual resulta irónico, porque está plagada de grandes éxitos de los 60 y 70. Pero está tan saturada de canciones a cada minuto, vengan o no a cuento, que resulta de lo más cargante. Más parece que pretenden dotar de interés por medio de grandes éxitos musicales a escenas que no tienen el más mínimo atractivo por sí solas. Y no lo consiguen.

El diseño de producción y el vestuario -cómo no- son de las pocas cosas salvables de Cruella. Se nota que no ha contado con demasiado presupuesto, pero aún así queda resultón en ese mundo posmoderno en el que se mueve la historia de nuestra protagonista.

Cruella es una producción de Disney que encaja a la perfección entre sus últimas películas de acción real, como Aladdin o Mulán: un presupuesto ajustado y una realización floja. Sorprende que un director como Craig Gillespie que fue responsable de la estupenda Yo, Tonya haya creado este subproducto. Pero es que Disney es Disney.