Crítica rápida de la temporada final de Juego de Tronos
(Este artículo contiene minispoilers de la última temporada, pero nada realmente significativo)
A estas alturas ya no cabe duda de que Juego de Tronos es una de las mejores series de todos los tiempos. Además de un fenómeno mundial como pocos ha habido en el mundo de la televisión. A pesar de eso no está exenta de polémica, en especial la última temporada que ha dividido a los fans.
En mi caso, una vez visto el último capítulo, tengo que decir que estoy satisfecho con la última temporada y con el conjunto de la serie en general. Creo que ha sido un final digno para una serie tan ambiciosa y, por lo tanto, complicada de cerrar. Aunque tampoco es que esté entusiasmado. Juego de Tronos tiene serios problemas, en especial en las últimas temporadas, y eso hace que el final no sea tan disfrutable como nos gustaría.
Tras ocho temporadas y más de setenta capítulos podemos decir que el desarrollo de Juego de Tronos se divide en tres bloques.
El primero las tres o cuatro temporadas iniciales. Estas se basan en los libros de la saga Canción de Hielo y Fuego de George R. R. Martin, lo que las dota de un desarrollo coherente y una profundidad argumental inusitada en una serie de televisión.
Es más, la serie de HBO mejora considerablemente a los libros -que son literatura más bien mediocre-, separando el grano de la paja y mostrándonos la mejor esencia de la obra de Martin. No es de extrañar que Juego de Tronos se convirtiera al instante en un clásico aclamado por crítica y público, en especial porque HBO echó toda la carne en el asador apostando por una producción colosal y de unas dimensiones nunca vistas antes en televisión.
El segundo bloque son las temporadas 5 y 6. La serie sigue basándose en los libros de Martin, pero es que estos son insufribles -en especial el cuatro- y eso inevitablemente se refleja en el ritmo de la serie. Tramas y subtramas que avanzan lentas o no van a ninguna parte y que, seamos sinceros, no nos importan. La serie pega un bajón en estas temporadas, lo cual se perdona porque la producción sigue siendo excelente y por la promesa de un final apoteósico por venir en próximas temporadas.
Por último, el tercer bloque en el que podemos clasificar a Juego de Tronos son las dos últimas temporadas. La trama ha sobrepasado la contenida en los libros ya publicados. A partir de ahora los guionistas van por libre, aunque supuestamente cuentan con una guía general por parte del propio Martin de lo que se supone que va a pasar.
A partir de este momento el ritmo se acelera de forma notable con respecto a lo que había sido en las temporadas anteriores. Lo que antes ocurría a lo largo de cuatro o cinco capítulos, ahora se desarrolla en apenas segundos. Por un lado esto es de agradecer, porque el empeño en seguir la trama de unos libros soporíferos estaba afectando a seriamente al ritmo de Juego de Tronos, que hasta la temporada 5 había sido excelente.
Pero este cambio de ritmo en las últimas temporadas, estas prisas por acabar -sin duda una decisión de la HBO, a la que ya le estaba saliendo muy cara la cosa-, también afectan negativamente a la credibilidad de la trama y los personajes. Nos habíamos acostumbrado a un desarrollo que se cocía a fuego lento, que nos hacía amar, odiar o, en cualquier caso, conocer y comprender mejor la evolución de unos personajes fascinantes y complejos. Y ahora, de repente, actúan y toman decisiones que no sabemos muy bien de dónde vienen. Y sí, aunque las pistas están ahí, en un primer visionado es normal que más de uno y de una no entienda qué narices está pasando con su personaje favorito.
Esta debilidad se nota en especial en esta última temporada que acaba de terminar. Ahora es cuando vienen los acontecimientos finales, el desenlace general, pero también el de todos y cada uno de los personajes, principales y secundarios, y sus tramas. Y para una serie tan compleja y ambiciosa las prisas no son buenas consejeras.
Aún así los guionistas de Juego de Tronos David Benioff y D. B. Weiss se lo toman con calma. De hecho esta última temporada es como una montaña rusa. Momentos de lenta subida, donde no pasa gran cosa, para luego caer en picado a toda velocidad, volver a avanzar en llano para volver a subir, caer y, finalmente, llegar con tranquilidad al final del recorrido.
En cuanto al argumento tengo que reconocer que me he sorprendido en más de una ocasión con los giros de guion marca de la casa. Pero una vez visto el conjunto no me cabe la menor duda de que todo ha resultado ser como tenía que ser. Para mí ha sido un final satisfactorio. No comparto las críticas de quienes no han acabado de entender de qué iba Juego de Tronos.
También hay que destacar los serios problemas de guion que tiene esta última temporada. Escenas sin fuste -como la de Bronn en Invernalia-, incoherencias en el comportamiento de algunos personajes y cosas del todo absurdas -como algunas que ocurren al respecto de los dragones, la aparición en la playa de Euron GreyJoy de la nada sin venir a cuento, o que la Guardia Dorada salga a defender la ciudad fuera de las murallas-.
Todo por las prisas para terminar y rematar las historias de todos los personajes en solo seis capítulos, aunque por el camino se hayan dejado una buena parte de la verosimilitud. Sin embargo, por lo menos se han esforzado en no dejar cabos sueltos -todavía planea sobre nosotros la sombra del final de Perdidos-, y darle a cada personaje y a cada trama un final más o menos digno. Y eso ya es decir mucho.
El último capítulo, más a modo de epílogo que de final apoteósico, está a la altura de lo que es Juego de Tronos y creo que, argumentalmente, es un final impecable. Aunque también es verdad que me ha dejado un tanto frío. Algo así me ocurrió también con los episodios 3 -«La larga noche«- y 5 -«Las campanas«. Pretenden ser apoteósicos, pero al final no lo son tanto. En especial «La larga noche«, muy semejante a la batalla del Abismo de Helm en las películas de El Señor de los Anillos, pero muy lejos de lo que consiguió Peter Jackson.
Quizá mi episodio favorito de esta temporada sea el segundo «Un caballero de los siete reinos«, donde la tensión en la vigilia antes de la batalla está muy bien llevada y podemos disfrutar de nuestros personajes favoritos relacionándose de una forma más compleja que en la acción que vendrá después.
En definitiva, lo mejor de Juego de Tronos son sus primeras temporadas, mérito de los libros de George R. R. Martin, pero en especial de la pericia de los guionistas David Benioff y D. B. Weiss de dotar de dinamismo televisivo a algo que no lo tiene. Los defectos posteriores son achacables a los libros -mientras la historia aún se basaba en ellos-, a la productora HBO por meter prisas y también a unos guionistas a los que quizá les venía grande la tarea de desarrollar el final de toda la historia ellos solos.
Aún así, como he dicho, el final es digno, satisfactorio y coherente con lo que es Juego de Tronos. Queda para lo posteridad una de las mejores series de la historia de la televisión. Mucho me temo que pasarán muchos años hasta que volvamos a ver algo remotamente parecido.
Valar Morghulis.
- Las cosas absurdas