Claroscuro, la ópera prima de Rebecca Hall para Netflix, es una pequeña joya
El pasado 10 de noviembre se estrenó en Netflix la película original Claroscuro (Passing), una pequeña joya dirigida por la actriz -y ahora directora- Rebecca Hall que confirma que la plataforma de VoD sigue apostando por cine de autor con aspiraciones de calidad y no todo son fuegos de artificio.
Claroscuro trascurre en los años 20 en Estados Unidos, y nos narra la historia de dos mujeres negras que se reencuentras después de mucho tiempo. El título original de la película, ‘Passing‘, nos da más pistas sobre cuál es la premisa de la película. De hecho, hace referencia a un fenómeno que ocurría realmente en aquel país en esa época. Se trata de personas mulatas que se hacían pasar por blancas -si su tonalidad de piel se lo permitía- para huir del racismo, la discriminación y la violencia que sufrían -y sufren- los negros en EE. UU.
La traducción del título al español hace que este matiz se pierda pero, por otra parte, no se me ocurre cómo traducirlo sin tener que dar más explicaciones de las que caben en un título. Además, Claroscuro me parece una traducción muy acertada, porque también aporta otros elementos que definen también muy bien a la película de Hall.
Por un lado está rodada en blanco y negro -más adelante hablaré de la fotografía-, por otro el juego de palabras con las tonalidades de piel; pero donde realmente están los claroscuros en esta película es en el desarrollo de los personajes. Cuando crees entender sus motivaciones o sus intenciones, el guion da otro giro para desconcierto del espectador y nos lleva en otra dirección. Claroscuro juega al despiste con nosotros. Por eso creo que está bien elegida la traducción, además de que es precisamente lo que la hace ser una propuesta tan interesante.
Al fin y al cabo Claroscuro es la historia de dos mujeres que tratan de encontrar su sitio, o de conservarlo, mientras se mantienen en la cuerda floja en una sociedad muy peligrosa para personas como ellas. Todo está mostrado y resuelto con una elegancia y una fineza muy destacable. No esperéis aquí subrayados facilones que le den al público todas las respuestas masticadas. A pesar de ser su ópera prima, Rebecca Hall demuestra que tiene una gran habilidad y potencial como directora y guionista.
En Claroscuro destaca la fotografía en blanco y negro a cargo de Eduard Grau. Esta elección resulta ser muy acertada, no solo para retratar la época -es fácil asociar los años 20 del siglo pasado a las películas en blanco y negro-, sino también para filtrar y diluir en cierto grado las tonalidades de piel de las protagonistas y hacer más creíble el relato. Esto es importante, porque aunque se base en una práctica real y documentada siempre habrá quien no se crea que nadie se de cuenta de que son mulatas.
La calidad de la fotografía se potencia con la de los planos y movimientos de cámara que nos muestra Hall, algunos de tremenda belleza, en especial en los primeros compases de la película. Estos también juegan un papel importante en el juego del gato y el ratón que nos propone la directora. Si el guion es esquivo, no lo son menos muchos de los planos por lo que muestran, pero más por lo que insinúan y no enseñan. En ese sentido todo encaja en Claroscuro.
Gran trabajo hacen también sus protagonistas Tessa Thompson y Ruth Negga. A Thompson la conocemos de su participación en la horrible serie Westworld y por ser Valquiria en el universo cinematográfico de Marvel. Negga por su parte es conocida por su papel de Tulip en la estupenda adaptación del cómic Preacher a la televisión. Como digo, ambas están a la altura, tanto Thompson como la recatada e insegura Irene, como Negga como la misteriora Clare.
Claroscuro es una pequeña joya de esas que no abundan en la producción original de Netflix y que nos descubre a una Rebecca Hall en su ópera prima que puede tener mucho futuro como directora y guionista de seguir así.