Wayward Pines es una serie que prometía mucho y cuya primera -¿y única?- temporada ha sido emitida por la Fox este verano en los Estados Unidos. Digo prometía porque la sinopsis sonaba misteriosa e interesante; por contar con un reparto con gente de la talla de Matt Dillon o Juliette Lewis; y por tener a M. Night Shyamalan como productor ejecutivo. Ay, Señor…
Aquí es donde está el principal problema -aunque hay muchos más, claro-: no hay forma de que Shyamalan haga algo no ya bueno, sino que no sea rematadamente cutre. El Sexto Sentido y El Protegido fueron buenas películas, El bosque y El Incidente eran pasables, pero Señales, La Joven del Agua, Airbender y After Earth -esta última solo para el lucimiento del hijo de Will Smith- son sencillamente terribles. Miedo me da La Visita, su nueva película que estrena este mes de septiembre y que según los trailers parece una versión moderna del cuento de Hansel y Gretel.
Pero volviendo a Wayward Pines, era lógico que con este panorama de fracaso tras fracaso Shyamalan probara con el pujante mundo de las series de televisión tan de moda ahora, un clavo ardiendo al que agarrarse para salvar su carrera. Va a ser que no.
La premisa de la serie es básicamente una mezcla de Twin Peaks y Perdidos, donde un agente especial se ve envuelto en extrañas circunstancias con gente extraña en un pueblo no menos extraño donde todo ocurre por una razón. Esto a priori no tiene por qué ser malo. El argumento no es muy original pero bien llevado podría molar mazo, ¿que no? No me digáis que no estamos todos deseando una serie que sea tan surrealista como Twin Peaks y tan atrapante como Perdidos, pero enmendando los defectos de estas (cancelaciones, finales cutres…).
Y el caso es que Wayward Pines empieza bien, con un episodio piloto dirigido por el propio M. Night Shyamalan donde se nota el pulso del director, y con un comienzo en el que homenajea directamente a Perdidos. Matt Dillon y Juliette Lewis aportan calidad y el planteamiento de una gran cantidad de interrogantes mantienen sin duda el interés.
Pero todo comienza a desmoronarse muy pronto. Aunque el misterio continúa, se nota mucho el descenso brusco de calidad técnica en los siguientes episodios, que ya no están dirigidos por Shyamalan. La serie pasa rápido de ser prometedoramente espectacular al estilo de Perdidos, Breaking Bad o Juego de Tronos; a ser más bien una serie de sobremesa de la calidad de Castle o El Mentalista.
El desastre total llega a mitad de la temporada, cuando en una decisión creativa completamente absurda los guionistas deciden desvelar de golpe toda la trama y acabar de un tajo con el suspense. Aunque igual me precipito en culparlos a ellos, porque al fin y al cabo el responsable creativo es el productor ejecutivo. O quizá sea cosa del estudio, que les apremió a que desarrollaran toda la trama deprisa y corriendo porque, viendo por dónde iba la serie, igual no había más temporadas.
En cualquier caso a partir de este momento lo que resta de temporada -es decir, la mitad- carece por completo de interés. No solo porque ya esté todo destapado, sino porque todo es estúpidamente ridículo. Los giros de guión dan vergüenza ajena, la actitud de los personajes es totalmente incoherente y a ti solo te queda preguntarte estupefacto qué haces viendo tamaño disparate.
El final queda abierto para hacer una segunda temporada, pero que yo sepa no hay un compromiso cerrado aún con el estudio para hacerla. Visto el resultado me da que no la habrá. Mi recomendación es que no perdáis el tiempo. Que sirva de algo mi sacrificio.