Esos son otros López

Paterson: siete variaciones sobre un tema principal

Paterson

Paterson es la última película del director Jim Jarmusch, ha sido aclamada por la crítica y la podemos ver actualmente en los cines. Su estilo como realizador se caracteriza por hacer un tipo de cine de ritmo pausado donde el interés suele estar en los detalles, en lo que se intuye más de en lo que se muestra de forma explícita.

Jarmusch es responsable, por poner unos ejemplos, de las estupendas Coffee And Cigarettes (2003) y Flores Rotas (2005); así como recientemente de Solo Los Amantes Sobreviven (2013), un film que le da otra visión al por otra parte tan manido mundo de los vampiros.

En Parterson nos relata la vida cotidiana de Parterson, un conductor de autobús urbano aficionado a la poesía que vive en Parterson, Nueva Jersey. La coincidencia de nombres, así como el resto de coincidencias que se dan en la película, no es casual. En mi opinión Paterson -la persona- es una metáfora paradigmática de Paterson -la ciudad y sus gentes-.

Paterson es un loser, un perdedor, al modo en el que lo entienden los estadounidenses: alguien que no ha conseguido realizar sus sueños y aspiraciones artísticas, que no ha alcanzado el «sueño americano«; alguien que se resigna a una vida con la que no está del todo satisfecho, monótona y rutinaria sin expectativas de cambio alguno.

Por otro lado tenemos a Paterson, la ciudad, que también parece llena de perdedores resignados con sus vidas normales y corrientes. Sus gentes parecen mirar a las viejas glorias surgidas del allí, como el actor cómico Lou Costello o el poeta William Carlos Williams -quienes sí alcanzaron la fama y cumplieron ese sueño americano-, como un faro de esperanza hacia donde les gustaría dirigirse pero no pueden.

Sin embargo existe otra lectura más positiva según la cual Paterson sí que ha encontrado todo lo que necesita en la vida -en este caso el amor-, y el resto de detalles, las pequeñas molestias, los desacuerdos, lo que se espera de él, o incluso la poesía, son secundarios. Lo cual es extensible a la pequeña y agradable ciudad de Paterson, donde a pesar de todo se puede vivir bien y ser feliz.

Jim Jarmusch, que también firma el guion, nos narra el relato a lo largo de una semana en las vidas de estos personajes como si de un tema musical, o un poema, se tratase. Un tema que se repite con una cadencia constante con pequeñas variaciones, las cuales van fijando el foco en los pequeños detalles cotidianos, siempre iguales y a la vez siempre diferentes. De alguna manera recuerda a la película Atrapado En El Tiempo (1993), si no fuera porque en Parterson los detalles sí que marcan la diferencia.

También me recuerda a Flores Rotas de este mismo director. En el sentido de que toda la película es una gran metáfora que cuenta más de lo que parece. Hay cantidad de referencias en los diálogos y las imágenes que convierten lo que en principio puede parecer una historia pequeña y monótona que no cuenta mucho, en algo mucho más profundo y transcendental sobre las vidas de los working class heroes -parafraseando a John Lennon- que son mayoría y que en última instancia son quienes sostienen el sistema. El mismo sistema que los desprecia por considerarlos «perdedores».

Paterson está encarnado magnificamente por Adam Driver. Un actor con una carrera meteórica desde que saltó a la fama en su papel de novio de Lena Dunham en la serie Girls. Lo hemos visto en la comedia Mientras Seamos Jóvenes (2013) y lo veremos pronto en otro gran papel en Silencio (2016) de Martin Scorsese. Pero seguro que la mayoría lo recuerda por su rol de Kylo Ren en Star Wars: El Despertar De La Fuerza (2015). Sea como sea Adam Driver ha despuntado con creces como actor y, de seguir así, se va a convertir en una de las caras más conocidas de esta década.

La única pega que le podría sacar a Paterson es que se nota demasiado que Jim Jarmusch adora a su personaje principal -y por extensión también al resto de personajes-, y vuelca sobre ellos una mirada condescendiente y autoindulgente. Demasiado buen rollo para mí. Una pizca de maldad más habría estado bien.

Esta crítica me queda inevitablemente coja porque estoy convencido de que se me han escapado muchos detalles, o porque otros que he intuido merecerían una reflexión más profunda para comprenderlos mejor. Me he quedado con las ganas de ver la película una o dos veces más para pillarlo todo. Eso para mí siempre es una buenísima señal en lo que a cine se refiere. Así que no puedo más que recomendarla encarecidamente.

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