Entre las candidatas a la mejor película de habla no inglesa en los próximos premios Oscars se encuentra la sueca The Square, dirigida por Ruben Östlund. La película ya viene con la Palma de Oro de Cannes debajo del brazo, así que no cabe duda que se sitúa entre las favoritas a llevarse la preciada estatuilla.
The Square se trata de una comedia negra que nos narra las patéticas peripecias de Christian, director de un museo de arte moderno. La instalación de una obra titulada «The Square», que pretende fomentar valores de solidaridad, y la posterior desafortunada campaña de publicidad de la misma, son el punto de partida para una concatenación de situaciones por las que pasa el protagonista, a cuál más ridícula.
Algunas de estas escenas forman parte de la línea argumental de la película, pero otras sencillamente parecen piezas inconexas puestas ahí porque sí. El problema es que unas funcionan y sorprenden, pero la mayoría no. Al final todo es un quiero y no puedo.
Me declaro fan del humor negro y absurdo, pero los chistes de The Square se ven venir de lejos, y para cuando llega el remate uno ya lo ha previsto y no hace la más mínima gracia. Sin embargo la película triunfa con los giros inesperados, como la aparición del simio -un truco, pero que sorprende y funciona- o la escena con el «hombre-mono». Esta última lo mejor, más inquietante y más original de lejos de todo el film.
Christian es una persona patética y mezquina, y el director Ruben Östlund se recrea en mostrarnos cuán miserable es. Esto podría tener mucha gracia, pero no sé cómo se las arregla el realizador para hacer que al poco tiempo de metraje ya no nos interese demasiado lo que le ocurra al galerista.
Es imposible no comparar The Square con la anterior película de este director: Fuerza Mayor (Turist, 2014). En ella también nos mostraba a un protagonista masculino de lo más mezquino, y toda la película giraba en torno a ese hecho. La moraleja de la misma quedaba resuelta al principio de la película, y el resto del metraje consistía en una tediosa pérdida de tiempo para el espectador.
Pues bien, algo similar ocurre en The Square. La crítica -o críticas-, que expone la película se evidencia en los veinte primeros minutos de metraje. Las dos horas restantes sencillamente son una innecesaria sucesión de escenas más o menos afortunadas, y que aportan poco o nada al conjunto. Es obvio que la excesiva duración de la película tampoco ayuda a mejorar el resultado.
No quiero decir en ningún momento que The Square es una mala película. Es larga de más, inconexa, irregular y menos graciosa de lo que ella misma se cree. Pero aún así resulta muy interesante, cuenta con algunos momentos muy divertidos y con escenas de indudable impacto. Pero sí es cierto que si la película de Ruben Östlund se merece la Palma de Oro, es que el nivel en Cannes está por los suelos.
Claes Bang encarna a Christian en una actuación poco memorable. También nos encontramos con algunos cameos significativos como el de Elisabeth Moss –El Cuento de la Criada– o Dominic West –The Wire, The Affair-.
Pero lo mejor de largo de la película es Terry Notary en la escena del «hombre-mono» con una actuación impactante y llena de fuerza tanto interpretativa como física. Es un poco triste decirlo, pero al final casi lo único por lo que merece ver The Square es por la escena de Terry Notary.
Cuando una película viene precedida de tan buenas críticas y de prestigiosos premios como le ocurre a The Square, es imposible no sentirse decepcionado cuando esta no está a la altura de las expectativas, como es el caso. Aún así se trata de una buena película que recomiendo ver como una de las propuestas más interesantes del momento. Aunque si no esperáis nada del otro mundo igual la disfrutáis más.
- Predecible
- Metraje excesivo