Stranger Things: nostalgia ochentera
Creo que no me equivoco si digo que la serie del verano ha sido Stranger Things, estrenada en Netflix a mediados de julio. Todo el mundo habla de ella y, quien más, quien menos, la ha visto ya y la ha recomendado. Dos factores han contribuído decisivamente a su rápida difusión, por un lado la política de Netflix de lanzar las temporadas completas de sus series de una tacada -algo estupendo-. Y por otro su temática de nostalgia ochentera que ha cautivado a treintañeros y cuarentones; en la mayoría de los casos de manera bastante acrítica, todo sea dicho.
Precisamente la ambientación en los años 80 es el punto fuerte de Stranger Things. El sentido de la serie es hacer un descarado homenaje a las historias de aventuras fantásticas juveniles de aquella década; y el fin no es otro que el de tocarle el corazoncito nostágico a quienes crecimos en los 80 -como dice la canción de El Reno Renardo-. Algo que ya realizó en el cine no hace mucho J.J. Abrams con Super 8. Lo cual me parece muy bien, mejor poner toda la carne en el asador que quedarse en las medias tintas.
Efectivamente Stranger Things es una mezcla, un batiburrillo, de todos los clichés y tópicos de las historias juveniles de aventuras fantásticas de la época. Tanto el argumento como la producción recuerdan directamente a las historias de Stephen King, especialmente a IT -¡homenajazo lo del tirachinas!- y a El Cuerpo, que fue llevada al cine por Rob Reiner bajo el título de Cuenta Conmigo (Stand By Me, 1986).
La otra referencia fundamental es el cine de Steven Spielberg con películas como Encuentros en la Tercera Fase o E.T. El Extraterrestre. Y por supuesto también los Goonies, película clave y mítica de aventuras juveniles y ochenteras que ya entonces era en sí misma un concentrado de los elementos típicos de la época para el género fijados por Spielberg.
Este homenaje tan descarado es sin duda una opción arriesgada. Jugar con los sentimientos nostálgicos de la gente y errar el tiro puede ser nefasto. Al igual que no se puede quedar toda la propuesta en la superficie de la forma, en un mero ejercicio de estilo que no aporte nada nuevo o de interés. Copiar lo ya hecho no tiene mérito, es ir a lo fácil. Carecería tanto de sentido como realizar actualmente una película de cine negro al estilo de los años 40 intentando imitar a Bogart. Por muchos nostálgicos de ese cine que siga habiendo -y hay muchos- resultaría una impostura sin duda condenada al fracaso.
¿Y entonces cómo sale Stranger Things de este entuerto? Pues en mi opinión sale airosa, pero solo a medias. Me explico. La producción en cuanto a ambientación y a la historia está bastante conseguida en términos de homenaje total a los 80 -ojo a la cabecera-. El problema no está ahí, sino en el ritmo del desarrollo de la trama, que es bastante flojo. Estando gustándome me sorprendí a mí mismo en más de una ocasión teniendo que esforzarme para mantener la atención, ya que por momentos Stranger Things resulta un tanto aburrida.
Siendo una temporada corta -tan solo ocho capítulos de cincuenta minutos-, el desarrollo se hace largo. En mi opinión deberían haberla concentrado más, para mejorar el ritmo, ya sea en menos capítulos o en los mismos, pero de menor duración. En cualquier caso esto no es un problema grave, pero sí es suficiente para que la serie de Netflix esté lejos de ser redonda y se quede en un mero entretenimiento veraniego para nostálgicos; eso sí, con algunos buenos momentos.
Si Stranger Things se hubiera hecho a finales de los 80 la crítica la habría vapuleado por falta de originalidad, por ser un refrito que no aportaba nada. Como se ha realizado en 2016 parece que es obligado decir que es un maravilloso homenaje a aquellos maravillosos años 80.
Ni tanto, ni tan calvo. Es una buena serie con una buena realización y una interpretaciones aceptables. Son encantadores los homenajes a las historias de los 80 -si te gusta el cine de Spielberg y leer a Stephen King vas a disfrutar-, pero el ritmo flojea y es tan original como la enésima película de superhéroes.
En mi balance los aciertos pesan más que los errores, y dado que no es muy larga no se pierde nada dándole una oportunidad. Yo os la recomiendo.
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