A Stranger Things 2 se le ven las costuras

Vista la recién estrenada Stranger Things 2 puedo reafirmarme en lo que ya dije en la crítica que de primera temporada: que la serie de Netflix no es ni de lejos para tanto como la ponen.

Esta segunda temporada mantiene todos los defectos de la primera -que no son pocos- y le añade una mayor dispersión y una trama menos interesante sin los elementos de «novedad» que tuvo Stranger Things el año pasado.

El principal problema de Stranger Things 2  sigue siendo el ritmo. Al igual que en la primera temporada la serie tiene momentos en los que se hace muy lenta, ya sea porque el guion no da más de sí y está demasiado estirado, o porque a los hermanos Duffer les falta pericia en la dirección.

Como ya dije el año pasado una solución podría haber sido hacer una serie más corta, de seis episodios en vez de ocho. ¿Me han hecho caso? Por la razón que sea no solo no han tenido en cuenta mi opinión, sino que han optado por la opción contraria: aumentar el número de episodios a nueve. Con lo que solo han conseguido agravar el problema.

A esto tenemos que sumarle que la trama carece de todos los elementos de novedad e interés que tenía la primera. Entonces partíamos de la desaparición de un niño, de la desesperación de la madre para encontrarlo, de una niña misteriosa con poderes y de un misterio sobrenatural que descubrir.

Ahora todo eso está ya visto, y los primeros episodios son una introducción sin prácticamente ningún elemento que enganche al espectador. ¿Y qué aporta Stranger Things 2? Pues un puñado de personajes nuevos, planos, estereotipados y sin demasiado interés en general. Y por lo demás más de lo mismo, un descarado homenaje a los años 80 que ya cansa o, como mínimo, no sorprende.

Tampoco es más grande ni más oscura como prometían. El nuevo monstruo carece del más mínimo fuste y al final de lo que se trata de que ahora en vez de luchar contra un demogorgon de esos lo hacen contra un puñado. Sí, exacto, como en Aliens de James Cameron. Se han calentado mucho la cabeza. Por no hablar de la historia paralela que se sacan de la manga, que aporta más bien poco y solo sirve para sacarte de la trama principal, si es que habías conseguido meterte en ella.

Los puntos fuertes de Stranger Things 2 siguen siendo la ambientación y los niños protagonistas. La escenografía y la recreación de los años 80 está muy conseguida. Además se suceden los homenajes a clásicos de esa década -me hizo especial gracia una referencia a Indiana Jones y El Templo Maldito-.

En cuanto a los niños la mayoría siguen siendo muy carismáticos -aunque sus papeles a veces sean un tanto ridículos-. Destacan Millie Bobby Brown como Eleven, Finn Wolfhard como Mike y Gaten Matarazzo como Dustin -eso sí, vedla en versión original, porque el doblaje es penoso-. El resto están correctos, que no es poco. Todos menos los nuevos personajes, que son como mínimo innecesarios. Destaca la presencia de Sean Astin en un rol empalagoso cuyo único sentido de ser es hacer una referencia, cómo no, a los Goonies.

Sorprende que Stranger Things 2 -y Stranger Things en general- esté cosechando tantas y tan buenas críticas. Está claro que la serie ha tocado la fibra sensible de un público entre treintañero y cuarentón que añora los años 80.

Pero más allá de eso se trata de una serie muy normalita, con guiones muy flojos y previsibles hasta decir basta. Alguien tiene que decirlo. Y conforme se vaya desinflando la burbuja sin duda cada vez serán más las voces que dirán en voz alta que a Stranger Things se le ven las costuras y que el emperador va desnudo.

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