El estreno más esperado del año ha sido sin duda Star Wars: Los últimos Jedi. El episodio VIII es la segunda entrega de la nueva trilogía de la saga que inauguró hace dos años El Despertar de la Fuerza -de la que podéis leer la crítica aquí-.
Para entender esta segunda entrega hay que ver de dónde venimos para apreciarla en su justa medida. El episodio VII se caracterizaba por dos cosas. Una, ser una copia cansina -casi un remake- de la que fue la primera película de Star Wars, ahora llamada Episodio IV: Una Nueva Esperanza.
La otra hacer saltar por los aires la -poca- coherencia interna de la saga creada por George Lucas. Aún así El Despertar de la Fuerza era una película razonablemente entretenida y con planteamientos prometedores para el resto de la trilogía por venir.
Los Últimos Jedi sigue completamente esta tónica. Por un lado toma prestadas muchas ideas, e incluso escenas completas, en este caso de El Imperio Contraataca y en menor medida, pero también, de El Retorno del Jedi. Las batallas espaciales son el refrito de siempre, y ver al Halcón Milenario hacer piruetas en estrecheces imposibles calcadas de otras entregas anteriores aburre más que emociona.
Por otro lado, una vez enterrada la coherencia en la entrega anterior, ahora toca dar un paso más y llegar al absurdo total. En Los Últimos Jedi nada tiene sentido. Nada guarda relación con lo que habíamos aprendido de Star Wars, de la Fuerza y de sus personajes principales en el resto de películas. Entiendo perfectamente que los fans más acérrimos de la saga estén poniendo el grito en el cielo. Hay momentos de verdad bochornosos.
Los personajes clásicos, Luke Skywalker y Leia Organa están completamente desperdiciados. Una pena que le den una salida así a personajes con los que crecimos en nuestra infancia. En cuanto a las interpretaciones, bueno, ya sabemos que Mark Hamill y la tristemente desaparecida Carrie Fisher nunca fueron grandes actores.
Los nuevos personajes también se desperdician en subtramas en su mayoría absurdas y sin interés. John Boyega como Finn y Oscar Isaac como Poe Dameron tienen protagonismo, pero no pasan de cumplir con historias de relleno. Mejor papel tiene Daisy Ridley como Rey, lo cual no impide que acabe zozobrando en el sinsentido de una trama que rompe con las reglas de Star Wars. Y de los personajes secundarios que aparecen en Los Últimos Jedi ni hablemos, porque carecen de fuste alguno. Por ahí anda Benicio del Toro, pero si no estuviera tampoco importaría.
Y otro tanto ocurre con los malos, los cuales oscilan entre el ridículo bochornoso y la irrelevancia absoluta -algo inesperado a tenor de lo que se planteó en el episodio anterior-.
El único que se sigue salvando es el personaje de Kylo Ren que, a pesar de sus defectos, es de lejos lo más complejo e interesante de esta nueva saga -que no es decir mucho-. Y Adam Driver es un muy buen actor que hace lo que puede con lo que le ha tocado y nos ofrece la mejor interpretación de toda la película -que tampoco es decir mucho-.
Star Wars: Los Últimos Jedi está repleta de chistes y sentido del humor. He leído muchos comentarios de fans quejándose de eso. Pero me parece injusto. El humor chorra es algo que siempre ha estado presente en la saga. La diferencia aquí quizá sea que en este caso los chistes no son muy buenos y están fuera de lugar. Salvo el de la plancha, que fue el único que me hizo reír espontáneamente. Casi lo mejor de la película.
A pesar de estar llena de persecuciones espaciales y acción -o quizá por eso mismo-, lo cierto es que Los Últimos Jedi resulta un tanto tediosa, por repetitiva e insulsa. La trama aporta muy poco al avance del arco argumental principal de la nueva trilogía, y eso se nota en el ritmo. Mucho fuego de artificio y poca chicha para un espectáculo de dos horas y media que se hace largo.
En cuanto a la banda sonora no hay nada nuevo que decir. Maravillosa la partitura y los temas musicales de John Williams que ya conocemos y que acompañan a la acción y a personajes como Leia o Luke. Sin embargo no hay nada novedoso ni destacable en cuanto a música. Ya sea por falta de presupuesto o por una política consciente de Disney de hacer bandas sonoras insulsas, de relleno, olvidables y de usar y tirar. Si no intentad recordar la música de alguna de las películas de Marvel.
Critiqué mucho El Despertar de la Fuerza por ser un descarado refrito, pero también reconocí que como superproducción de entretenimiento cumplía con creces su función. Sin embargo Los Últimos Jedi me ha dejado frío. La he visto de forma rutinaria y cuando ha terminado he pensado: «bien, trámite cumplido, a otra cosa».
No abrigaba muchas expectativas con Los Últimos Jedi, pero quería verla. Ahora lo cierto es que no tengo ningún interés en ver el próximo episodio. No hay nada en esta entrega que me haya picado para ver finalizar la trama. Y eso es algo imperdonable para una película que ejerce de nudo en la trilogía. El director y guionista Rian Johnson ha hecho un trabajo lamentable.