La semana pasada Netflix estrenó Maniac, una miniserie de diez capítulos que es una de sus apuestas más fuertes de la temporada. Y con razón, porque tengo que decir que es de lo mejorcito que he visto de la cadena en tiempo -andan en general muy flojos- y que más gratamente me ha sorprendido. Os cuento por qué.
Es difícil tratar de resumir en una sinopsis de qué va Maniac. Para no hacer spoilers me limitaré a decir que se trata de unas personas con problemas que participan en un experimento farmacéutico donde las cosas se acaban descontrolando un poco -o un mucho-.
Aunque Maniac es mucho más. Para empezar el guion está firmado por Patrick Somerville -guionista de la estupenda The Leftovers– y por Cary Joji Fukunaga. Este último además es el director y lo recordaréis por ser quien dirigió la estupenda primera temporada de True Detective. La combinación no puede ser más esperanzadora. Aunque si bien Maniac no está a la altura de las dos series mencionadas, sí que es como ya he dicho de lo más interesante del momento.
Hay que decir también que se trata de un remake de la noruega Maniac de 2014. Aunque no he visto la serie original he de decir que, tras leer la sinopsis de la misma, creo que los guionistas se han tomado bastantes libertades a la hora de realizar la adaptación norteamericana, porque creo que no se parecen mucho.
Lo que más me ha gustado de Maniac es lo sorprendente que es. Uno no se espera las cosas que van pasando en una narración bastante loca. Solo con lo que nos cuesta tratar de ubicarnos en ese presente retro distópico ya nos podemos hacer una idea de que no se trata de una serie convencional. Y es que Maniac parece desarrollarse en nuestro presente, aunque todo parece estar en los años 70 del siglo pasado.
Maniac es una comedia dramática que intercala el relato del sufrimiento de sus protagonistas y sus diversos traumas con toques de humor absurdo. El resultado es una miniserie muy fresca y original que no puede dejar indiferente a nadie. En el aspecto dramático toca varios temas como el amor, la amistad, la pérdida, la familia, etc. Mientas que la parte más cómica está llena de referencias pop que la convierten en una mezcolanza postmoderna de lo más curiosa.
El reparto también está a la altura. Una estupenda Emma Stone es lo mejor de la serie. Jonah Hill me convence menos en los momentos más dramáticos, aunque funciona mucho mejor cuando la serie se torna más cómica. He de decir que al principio no reconocí a Hill, y es que este hombre ha perdido muchísimo peso desde la última vez que lo vi en una película -en mi caso puede que fuera en El Lobo de Wall Street-.
Entre los secundarios destaca Justin Theroux en un papel muy diferente al que le vimos en The Leftovers. Me encantó su personaje, su caracterización y su actuación. Si tuviera que quedarme con un rol sería con el suyo. Tampoco puedo dejar de mencionar a Sally Field en el papel de madre del anterior, y a Julia Garner que, aunque en esta ocasión no se luce tanto como en la estupenda Ozark, es una actriz a la que hay que seguirle la pista.
Maniac también cuenta con una estupenda fotografía y una escenografía retro, repleta de gadgets setenteros más alguna que otra innovación tecnológica solo existente en ese universo distópico. En el aspecto técnico también es una serie muy disfrutable.
Dichas todas estas alabanzas, y para ser justos, he de decir que Maniac no es perfecta. Tiene altibajos en el ritmo que la afectan en algunos capítulos. Algunos momentos quizá se alargan demasiado quedando algo dispersa. Si el espectador no está entregado puede que se desconcierte con hacia a dónde va la propuesta. Como en tantos otros casos esta miniserie habría quedado mejor con solo ocho capítulos que con diez.
Aunque estas pegas hacen que no resulte redonda, los pros de Maniac superan a sus contras. Un poco de frescura, locura y originalidad no le viene nada mal al soso catálogo actual de Netflix. Es sin duda mi recomendación de la semana.
- La ambientación
- Las actuaciones
- Demasiados capítulos