España no quiere cambio y otras reflexiones sobre el 26J

España no quiere cambio.

Esto es así. De esta forma lo han expresado los españoles y no puede caber duda alguna sobre cuál es la voluntad popular: ser gobernados por ladrones, corruptos y, en general, por gentuza. No voy a decir que los votantes se equivocan o son tontos, porque no creo que en absoluto sea así. La gente sabe perfectamente lo que quiere y decide en consecuencia.

Quiere malo conocido antes que bueno por conocer. Porque el español, y esto sí lo voy a afirmar, es cobarde. A poco que le metan algo de miedo, por irracional que este sea, se achanta. Hay más razones que el miedo, por supuesto, pero creo que esta es la principal. En ese sentido la estrategia del PP ha funcionado a la perfección. Qué bien conocen a España los señoritos.

Los españoles han vuelto a apostar con firmeza por el bipartidismo. Porque el bipartidismo es lo que mejor garantiza que nos quiten nuestros derechos y nuestros recursos casi con total impunidad. Que nos joda el PP o que nos joda el PSOE, pero que nos joda uno de los dos, por favor. Con los resultados del 26J de que esto va a ser así ya no hay duda alguna.

Lo más probable que ocurra ahora es que gobierne Mariano Rajoy. Sí, el mismo que prometió a Bruselas en una carta que en cuanto pasaran las elecciones volvería a empezar con los recortes brutales. Un futuro negro para España. Que no es ni más ni menos que el que queremos y nos merecemos.

¿Qué ha pasado con el voto a Unidos Podemos?

Al final Unidos Podemos, que eran los únicos que tenían la posibilidad de traer la esperanza a este país, no han cumplido ni de lejos las expectativas creadas. Desde el punto de vista de los escaños, que es lo que cuenta, la cosa ha quedado más o menos como estaba. El PP sube a costa de Ciudadanos y el PSOE, que bajan -que el PPSOE’s se reparta sus votos entre sí no es un cambio significativo-, y Unidos Podemos se mantiene con los mismos diputados que consiguió el 20D.

No es para nada un mal resultado para una fuerza nueva con dos años de existencia. Pero perder un millón de votos es mucho perder en seis meses. En este sentido, en última instancia, la responsabilidad de que no haya un cambio en este país recae de una forma muy importante en el electorado de Podemos e IU que no han ido a votar y han preferido quedarse en el sofá. Insisto en que no digo que sea una posición equivocada, no; al contrario: es una opción legítima y consciente. Y como tal debe ser asumida con toda su responsabilidad y consecuencias por quienes la han tomado.

Principalmente ha sido el voto joven el que ha fallado. Al igual que ha ocurrido en el Reino Unido con el referéndum del Brexit, son las personas más mayores las que deciden el futuro de los jóvenes. El voto a la derecha, miedoso y conservador, está capitalizado por las generaciones anteriores -que siempre van a votar-; mientras que entre la juventud la intención de voto es mayoritaria a Unidos Podemos. Pero claro, si la gente más joven no va a votar y se queda en casa, ocurre lo que ocurre. Quizá por la ingenuidad de pensar que como las encuestas ya lo daban casi hecho, para qué hacer nada. Otro triunfo de las cloacas del estado.

Pero también está el voto que voy a llamar «voto cuñao«. Existe un tipo de gente que se queja de la situación y que llegó a votar a Podemos como voto protesta el 20D. Pero lo hizo porque pensaba -y entonces las encuestas apuntaban a eso- que Podemos no tenía ninguna posibilidad de gobernar. Vamos, que era poco más que un juego. Pero claro, ahora que sí era posible cambiar las cosas de verdad, ahora que su voto sí podía conseguir transformar la vida de 46 millones de españoles, ahora no.

Ahora surgen cualquier tipo de excusas peregrinas para no votar a Pablo Iglesias. Y esto es algo que sí que he notado durante la campaña en algunos casos, gente que se agarra a un clavo ardiendo para no votar a Unidos Podemos, cuando siempre ha estado hablando de la necesidad de un cambio: «ya, es que… claro… el otro día por la calle pasó una bicicleta y… bueno, pues ya por eso no me fío de Pablo Iglesias y no lo voy a votar«.

Todo lo anterior choca directamente con las buenísimas sensaciones que hemos tenido durante la campaña. No solo por lo que apuntaban las encuestas, que se equivocaron todas. Las externas, la internas, las a pie de urna… TODAS. Algo que es injustificable. Sino también por el contacto directo con la gente, que estaba ilusionada y receptiva con Unidos Podemos como nunca he visto yo en una campaña. La realidad ha demostrado que en muchos casos era puro postureo, y que en el fondo existía un enorme voto oculto miedoso y conservador y una desmovilización enorme.

La pelota está en el tejado de Unidos Podemos

Si has llegado hasta aquí querida lectora, querido lector, igual piensas que estoy echando toda la culpa de los resultados a los demás. No, ni mucho menos. El electorado es soberano para decidir su -nuestro- futuro, es legítimo y no se equivoca, como democracia que somos. Pero también, por la misma razón, es responsable de sus decisiones y debe asumirlas, así como sus consecuencias.

Pero quien tiene la responsabilidad política de los resultados, de no haber conseguido ilusionar de verdad y movilizar, es de los partidos que lideraban -y sí, todavía lideran- el cambio real en este país. Su estrategia no ha funcionado y eso es terrible. Terrible porque millones de personas van a sufrir mucho gracias al próximo gobierno de Rajoy. Pero también terrible para quienes creemos que todas y todos debemos unirnos y, desde nuestras diferencias, sumar para transformar la realidad.

¿Y qué ha fallado? Pues para quienes no querían pactar con IU el problema es haber pactado con IU. Para quienes no querían pactar con Podemos el problema es haber pactado con Podemos. Para quienes no les cae del todo bien Pablo Iglesias el problema es la actitud de Pablo Iglesias. Para quieres no quieren a Alberto Garzón por rojo el problema es que Alberto Garzón es un rojo. Para quienes la campaña de los corazones le parecía con poco contenido el problema es la campaña de los corazones era endeble. Para quienes les parecía que se tendía demasiado la mano al PSOE -que no olvidemos es casta- el problema es no haber polarizado más la campaña. Y así.

Puede que sea todo eso, o parte, o nada. La verdad es que no lo sé. Yo también estoy bastante desconcertado. Se me escapan por completo las razones que puedan tener un millón de personas que querían cambio el 20D -cuando este era muy difícil-, para no ir a votar el 26J, cuando el cambio era por primera vez una posibilidad real.

Pero que el pacto no ha funcionado es un hecho. No ha servido para sumar, así que ni hablemos de multiplicar, que era el objetivo. En buena parte porque las organizaciones implicadas no se lo han creído en última instancia y no han estado a la altura. Era muy evidente que se dedicaban más a ponerse palos en las ruedas que a arrimar el hombro para ganar, y hablo de ambas partes. El resultado es que la ciudadanía no se lo ha creído, y eso que mucha gente daba las gracias por el pacto y que no se les obligara a elegir entre unos y otros. Pero la falta de feeling era evidente. Y así no se gana un gobierno.

Por otra parte hay quien afirma que la unión entre Podemos e Izquierda Unida es precisamente lo que ha salvado los muebles, que podría ser peor. Aunque a mí me gustaría que así fuera, la verdad es que creo que es pronto para hacer esa afirmación sin un análisis más sereno. Hablo en el sentido de generar ilusión y movilización para ganar apoyos. En el sentido de la ley electoral no cabe duda de que la unidad desborda las barreras de esta y es lo que ha permitido que Unidos Podemos no acabara desplomándose como le ha ocurrido a Ciudadanos.

¿Y qué pasa ahora?

Pues pasa que, a pesar de lo que pueda parecer por el tono general de este artículo, las cosas están relativamente bien para el cambio, fíjate tú. Unidos Podemos tiene 5 millones de votos y 71  escaños y es la tercera fuerza política del país. Es más, en sitios clave como Cataluña o el País Vasco son primera fuerza, y en Madrid, Valencia o Navarra la segunda. Lo nunca visto para una fuerza real de cambio.

Otro dato que tiene una lectura positiva es que el millón de votos que ha perdido Unidos Podemos se ha ido a la abstención. No al PPSOE’s, sino que se ha quedado en casa. Y eso es esperanzador. Porque no parece que se trate de gente que un día quería cambio y al siguiente otra vez recortes y represión. Sino que se trata de personas que se han desilusionado y desmovilizado, sí, pero que aún quieren que se produzca un cambio en el futuro. Y esa gente se puede recuperar para la construcción de un nuevo país.

La pelota ahora está en el tejado de las formaciones políticas del cambio. Tras el 26J va a haber -ya los está habiendo- movimientos internos. En Podemos el errejonismo ha salido reforzado, mientras que en IU son los amigos de Cayo Lara y de Llamazares quienes se vienen arriba.

Ahora la cuestión es si se apuesta por guerras internas cainitas para avanzar en la toma de posiciones de poder, o por una reflexión serena y profunda en ambas organizaciones para crear realmente un movimiento político y social y una estrategia a largo plazo que permita la construcción de un nuevo país.

Yo sigo pensando que sí se puede y que si no se consigue a la primera se conseguirá a la segunda, o a la tercera. Pero se conseguirá.

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