El agua que cae del cielo no tiene explicación para Rajoy

Recuerdo que en el instituto realizamos una vez un debate ateos versus creyentes. Lo curioso es que fue en clase de Religión; la profesora había entrado en shock a ver que tenía varios alumnos que no creían en Dios y no se le ocurrió otra cosa que enfrentar a una parte de la clase contra la otra. Dejando a un lado lo cuestionable de este método pedagógico, la cosa resultó de lo más divertida. Sobre todo para los que estábamos del lado de los ateos que, si me permitís la arrogancia, les dimos un repaso al resto fino filipino. Y es que frente a nuestros argumentos racionales, las reacciones de nuestros adversarios dialécticos eran de lo más peregrinas.

Obviamente no recuerdo los términos exactos en los que se dio el debate -hace mucho tiempo de eso-, pero sí hay una afirmación que no se me borra de la memoria, y es cuando una compañera, un poco nerviosa ya por los derroteros de la conversación, preguntó bastante airada: «entonces, ¿cómo explicáis los terremotos?«. A lo que uno de nosotros contestó con bastante guasa: «tectónica de placas, hija«, y la clase rompió en carcajadas. Y es que irónicamente ese tema lo estábamos estudiando en ese mismo momento en la asignatura de Ciencias Naturales. Está claro esta compañera no había prestado mucha atención en clase, o peor, sus creencias emborronaban su entendimiento. En cualquier caso todo esto no tiene mayor importancia, eramos adolecentes, sencillamente esta me parece una anécdota bastante divertida.

El problema viene cuando es el presidente del Gobierno el que hace declaraciones absurdas afirmando que no se sabe muy bien por qué cae el agua del cielo. Hombre, ¿dejará de saberse? Es el ciclo del agua, hijo -carcajadas generales-. Este hombre dirige nuestros destinos, decide sobre nuestros derechos laborales, sanitarios, educativos -ay, ay, ay…-; y… ¡no sabe la causa de la lluvia! Bueno, por lo menos ha reconocido su ignorancia, que es el primer paso para adquirir un conocimiento científico. Podría haber sido peor, podría haber afirmado que el agua nos la envía el Dios de la Lluvia y que haciendo una danza con un paso adelante y dos para atrás hay lluvia garantizada.

¿Es todo esto un lapsus, una anécdota? Sí y no. El presidente solo ha pasado a formar parte de la estadística en la que está una cuarta parte de la población española que piensa que el Sol gira al rededor de la Tierra y otros disparates -como se dice en este estudio de abril de este año-. Y no solo en España. En el programa «Quiere ser millonario» de Francia preguntaron qué objeto orbitaba alrededor de la Tierra. El concursante pidió el comodín del público -que ya le vale-, pero lo increíble fue que más de la mitad de los espectadores votaron que era el Sol, y no la Luna, lo que orbitaba a nuestro alrededor. Y Francia no es precisamente un país subdesarrollado sin un sistema educativo decente.

Es terrible el nivel de analfabetismo en las sociedades españolas y europeas. Analfabetismo que se extiende desde las clases más humildes hasta el mismísimo presidente del gobierno y que explica muchas cosas…

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