Hace unos días terminó la tercera temporada -y parece que última- de la serie británica Broadchurch. De carácter policíaco, la trama toca todos los tópicos habidos y por haber en el género. Aún así, o quizá por eso mismo, la propuesta resulta sólida y entretenida aunque no contenga nada nuevo bajo el Sol.
Broadchurch es el nombre del pueblo costero en el que sucede el asesinato de Danny Lattimer, un niño que en el primer capítulo aparece muerto en la playa. A partir de ahí una pareja de detectives -cómo no-, de carácteres muy diferentes (él arisco, ella afable) -cómo no-, emprenden la investigación a través de una larga lista de sospechosos. Mientras van saliendo a la luz los muchos secretos y mentiras que ocultan los habitantes del pequeño pueblo.
Paralelamente a la investigación asistimos al desmembramiento de la familia de la víctima fruto del dolor, pero también de sus propios problemas internos. A lo largo de las tres temporadas de Broadchurch estos son los dos hilos conductores de la serie.
Sin embargo, en una propuesta tan de género como esta, hay que reconocer que cuando la trama se aleja de lo policial para centrarse en el drama familiar pierde fuerza. Hasta el punto de que en la tercera temporada el hilo de la familia Lattimer carece de relevancia y se queda en mero relleno.
En general Broadchurch es una serie llena de potencial para profundizar en los secretos y la psicología de un pueblo pequeño, así como en los complejos caracteres de los protagonistas. Pero todo eso está despediciado y acaba quedándose en la superficie. Quizá la corta duración de las temporadas -solo ocho capítulos- no haya permitido un desarrollo mayor de las posibilidades que se le intuyen a la serie.
Broadchurch está protagonizada por David Tennant y Olivia Colman como los detectives Alec Hardy y Ellie Miller respectivamente. Ambos son lo mejor de la serie, con una interpretaciones más que solventes. El resto de secundarios están correctos y poco más. Salvo alguna excepción, como la actriz Julie Hesmondhalgh en el papel de Trish Winterman en la tercera temporada.
En el aspecto técnico lo que más destaca de Broadchurch es su clara apuesta por contar con una fotografía llamativa. Las localizaciones costeras en las que se desarrolla dan sin duda lugar para retratar espectaculares paisajes y preciosos planos. Sin embargo abusan del recurso de la profundidad de campo hasta el punto de que resulta cargante y pierde toda la fuerza, a lo que también contribuye el uso desmedido de la cámara lenta. Esto que es así en la primera temporada se va matizando en las siguientes, hasta que en la tercera es casi inapreciable. Rectificar es de sabios.
Como he dicho Broadchurch no aporta nada nuevo a las típicas series de «extraña pareja de detectives», pero es más, no puedo evitar relacionarla directamente con la coproducción sueca-danesa Bron que data de solo un par de años antes. Sin ser un remake de esta, ambas contienen elementos muy similares. Además la música con la que terminan todos los episodios de Broadchurch es práticamente idéntica a la de Bron, lo que hace imposible no ver la conexión.
Si os gustan las series policíacas que investigan un crimen -¿a quién no?- os va a encantar Broadchurch. Está bien hecha, bien interpretada y es tan sólida como típica.