Otra de las candidatas a los Oscars en la categoría de mejor película de habla no inglesa es Sin Amor (Loveless) (Nelyubov en ruso). Dirigida y escrita por el ruso Andrey Zvyagintsev, una figura muy prometedora también responsable de la aclamada Leviatán (2014) -con la que tiene bastantes elementos en común-.
Zvyagintsev nos propone un relato duro y cruel sobre la familia en la Rusia de 2012 -no hace tanto-. Los protagonistas, padre, madre e hijo, son una familia desestructurada en plena descomposición. Los padres se están divorciando y el hijo, como suele ocurrir en estos casos, queda atrapado en medios de las peleas y los insultos de sus progenitores.
Sin Amor consta de dos partes bien diferenciadas. En la primera, la más satisfactoria, se nos presenta a los personajes, sus conflictos -tanto familiares como profesionales-, sus nuevas parejas, su búsqueda de la felicidad, la relación de ella con su madre.
Toda esta parte es lo mejor de la película, porque nos habla crudamente del amor, o mejor dicho del desamor, de la insatisfacción, de problemas, conductas y frustraciones que se acarrean y se transmiten a los demás de forma incluso involuntaria.
Y además cumple una función de distracción muy bien llevada por el director. Quizá estirada de más, con escenas y planos demasiado largos. Algo que parece ser marca de la casa de un director claramente influenciado por Tarkovski. Pero que en cualquier caso consigue su objetivo con creces.
Sin embargo en la segunda parte de Sin Amor, la de la búsqueda, la película se desploma considerablemente. Todo el drama y los conflictos ya están planteados y, aunque alguna cosa hay, prácticamente no avanzan más durante el resto de la película.
Media película dando vueltas por ahí sin avanzar nada supone un bajón importante, en especial en las expectativas que plantea la primera parte. En esta ocasión el ritmo lento y los planos largos no ayudan, sino todo lo contrario, hacen que todo resulte más tedioso. Eso sí, el ritmo es perfectamente coherente con el del conjunto del film.
Más allá del drama planteado en la primera parte, lo mejor de Sin Amor es la dirección de Andrey Zvyagintsev. Los planos, la fotografía, los movimientos de cámara son excelentes y están muy pensados. Yo no sé si lo compararía con Tarkovski como hacen otros, pero algo hay.
Sin Amor es una buena, cruda y dura película que sería excelente si en su segunda parte hubiera ido más allá en todos los conflictos planteados en la primera, en vez de estancarse. En cualquier caso muy recomendable.
- Fotografía
- Primera parte