Ya sea por la ilusión que despierta o el rechazo que genera, pero lo cierto es que no se habla de otra cosa. Me refiero al preacuerdo entre Podemos e Izquierda Unida para concurrir juntos a las elecciones del próximo 26-J y que Pablo Iglesias y Alberto Garzón escenificaron ayer en La Puerta del Sol en Madrid.
Era algo sobre lo que se estaba especulando desde hace días y creo que llegados a este punto nadie se ha sorprendido. Estaba cantado. Al momento de escribir esto solo queda que lo ratifiquen ambas organizaciones en sendas consultas a su militancia. Un resultado que no me cabe la menor duda será un rotundo sí por las dos partes.
Este acuerdo viene a poner patas arriba todo el tablero político nacional, hasta ahora atascado, enrocado y en tablas.
Recordemos que en este momento, hoy y ahora, Pedro Sánchez podría ser el presidente del Gobierno. De un gobierno progresista, por supuesto. Sin embargo no solo no quiso asumir esa responsabilidad, sino que pactó con la derecha de Ciudadanos, permitió al PP seguir gobernando en funciones y nos condenó a volver a sufrir otras elecciones, con el engorro y el gasto que nos suponen a todos.
Creo que no me equivoco si digo que todos veíamos hasta ahora la convocatoria del 26-J con bastante hartazgo y escepticismo. Total, ¿para qué? Si todo iba a quedarse más o menos igual, y por lo tanto persistiría la misma situación de bloqueo.
Pero para sorpresa de propios y extraños la determinación de Pablo Iglesias y de Alberto Garzón -y seguro que también la de sus respectivos equipos- ha conseguido, contrarreloj y en tiempo récord, lo que hasta hace poco era impensable: ponerse de acuerdo para cambiar las cosas en este país.
Y vaya que sí. Este acuerdo lo cambia todo por dos razones principales. La primera la mera cuestión matemático-electoral. La suma de los votos de ambas organizaciones tiene la capacidad de poder desbordar la perversa ley electoral española. Eso significa que gracias a la unidad la suma cuantitativa da un salto cualitativo que hará que el resultado sea más proporcional y democrático, y por lo tanto mayor.
La segunda, y para mí más importante, es la sinergia de ilusión y esperanza que se puede crear entre la población. No solo algunos ya no tendrán que pasar por el mal trago de tener que elegir entre IU y Podemos -mucha gente se quejaba de eso-, sino que ahora es posible ganar, es posible cambiar las cosas de verdad, lo percibimos todas y todos. El lema del «Sí se puede» hoy es más cierto que nunca en nuestra historia democrática desde la transición.
De eso no solo nos damos cuenta los trabajadores, los de abajo, quienes sufrimos la crisis y los recortes mientras nos quedamos estupefactos ante la corrupción del sistema bipartidista. No, también ellos, la oligarquía dominante, se dan perfecta cuenta de la ola de ilusión que representa el acuerdo entre Podemos e IU.
Ante eso ya han sacado todo su arsenal mediático para difamar, tergiversar, mentir y lo que haga falta. Llevan meses diciendo disparates de Podemos y ahora le toca a IU con lo típico: «que vienen los comunistas y se comen a los niños«.
Para mí es muy significativa la portada del diario El Mundo de hoy. Con una foto de Alberto Garzón y Pablo Iglesias tomándose una cerveza subtitulan: «El pacto de los botellines«. Obviamente es una descripción despectiva con el fin de minusvalorarlos.
De lo que no se dan cuenta en El Mundo es de que Alberto y Pablo solo hacen lo que cualquiera de nosotros cuando está entre amigos: tomarse una cerveza relajados y alegres. Y por cosas como esa ellos sí nos representan, mientras que los viejos y obsoletos medios de comunicación solo demuestran estar completamente alejados de la realidad.
Pero bueno, habrá que mentalizarse y prepararse para una campaña electoral de guerra sucia contra las fuerzas del cambio. Tampoco podemos recriminárselo mucho. Es normal. Están nerviosos y asustados porque se les acaba el chollo de robar a sus anchas sin que nadie les pare los pies.
Personalmente estoy cargado de energía e ilusión. Porque el cambio es posible y porque lo encabeza gente como Alberto Garzón, que ha sabido estar a la altura del momento histórico –gracias, Alberto-.