Una de las series más interesantes y de más éxito en las últimas semanas en Netflix es La Asistenta. Se trata de una miniserie de 10 episodios basada en el libro autobiográfico de Stephanie Land «Maid: Hard Work, Low Pay, and a Mother’s Will to Survive» (Sirvienta: Trabajo duro, poca paga, y la voluntad de una madre por sobrevivir).
En ella se nos relatan las peripecias de Alex (Margaret Qualley) una joven madre que, huyendo de la violencia machista de su pareja, tiene que buscarse la vida limpiando casas para sobrevivir a duras penas. No sé hasta que punto la serie es fiel al libro en el que se inspira, pero sea como sea, el resultado de la adaptación a la pequeña pantalla es más que notable.
El goteo de situaciones surrealistas, de buenas y malas decisiones, de avanzar un paso y retroceder dos, puede resultar exasperante, pero está tan bien narrado que resulta del todo verosímil. Buena culpa de ello lo tiene el hecho de que los personajes no resultan maniqueos. Habría sido muy fácil hacer un relato de buenos y malos, sin matices. Pero la realidad es más compleja, y La Asistenta es muy real.
Lo mejor de la miniserie es su enfoque sobre los maltratos. Estamos acostumbrados al tratar el tema el ver relatos de brocha gorda. Pero en esta ocasión La Asistenta hace una perfil mucho más sutil del maltrato y del maltratador. No hace falta tener moratones para estar siendo maltratada. De eso es algo de lo que se da cuenta la protagonista, pero no necesariamente lo hace su entorno. Y puede que incluso tampoco una buena parte del público de la serie.
Además, resulta muy interesante el análisis que se hace en La Asistenta de la situación en la que se encuentra una mujer maltratada cuando intenta encontrar una salida. Existen ayuda sociales y medios orientados a mujeres con problemas, pero lo cierto es que a la hora de la verdad siguen igual de desamparadas. La serie deja muy claro que el hecho de que no haya escapatoria ni alternativa para muchas mujeres es una cuestión de clase.
Lo peor de La Asistenta es el personaje de la adinerada abogada Regina (Anika Noni Rose). En primer lugar, porque las pocas opciones que tiene Alex le llegan a través de Regina en forma de caridad, y no por su propio esfuerzo, en una especie de deus ex machina que casi nunca ocurre en la vida real y que resta credibilidad al relato.
Por otra parte, Regina adopta a un bebé por medio de un vientre de alquiler. La explotación del cuerpo de una mujer para ser usado para proveer de un niño a una mujer rica no se cuestiona en ningún momento. Se da por supuesto como algo normal, echando por tierra buena parte del mensaje feminista que tiene la serie.
Algo que creo que quizá esté desperdiciado en La Asistenta son los relatos de Alex sobre las casas que limpia. Tengo la impresión que tienen más peso en la novela y que podrían ser muy divertidos, y sin embargo aquí solo se mencionan de pasada.
La interpretación de Margaret Qualley como absoluta protagonista es excelente. Pero es su madre -tanto en la vida real como en la serie- Andie MacDowell, quien billa con su alocada e histriónica interpretación de Paula.
La Asistenta es una de las series más interesantes del momento en Netflix, más que por el mensaje que pueda transmitir -que por supuesto-, por lo bien hecha y narrada que está y lo verosímil que resulta. Te la crees.
- El enfoque sobre el maltratato
- Las interpretaciones