El repentino fallecimiento de Dolores O’Riordan este pasado lunes 15 de enero ha conmocionado al mundo de la música, y a toda una generación -entre la que me incluyo-. La cantante, compositora y líder del grupo irlandés The Cranberries tenía solo 46 años en el momento de su muerte -a la hora de escribir este artículo aún por razones desconocidas-, y eso hace que sea aún más sorprendente y triste.
The Cranberries se formaron en 1989, pero fue en 1990 cuando se les unió Dolores. Ella cogió las canciones del guitarrista Noel Hogan y cantó sobre ellas escribiendo las letras. Más adelante comenzó a aportar sus propias canciones compuestas por completo en solitario, como por ejemplo «I Will Always».
La banda empezó a tocar en directo y tuvo bastante éxito a nivel local, hasta que fueron fichados para grabar en 1992 su primer álbum: «Everybody Else Is Doing It, So Why Can’t We?«. Se trata de un disco de pop-rock suave y melódico lleno de medios tiempos. En este disco se incluyen algunos de sus temas más significativos, como son «Linger» y «Dreams«.
A este estilo de componer y tocar de Hogan -claramente influenciado por The Smiths-, la voz de Dolores O’Riordan aportaba no solo su timbre brillante y característico, sino unas excelentes armonías vocales que seguramente son consecuencia de lo aprendido durante el tiempo que formó parte del coro de la iglesia.
Durante aquella época yo me encontraba entre los que presumía -como corresponde a todo buen pedante musical- de conocerlos antes de que pegasen el pelotazo con «Zombie» y se hicieran mundialmente famosos. Recuerdo ver una y otra vez los vídeos de «Linger» y «Dreams» en la MTV. Aunque en mi defensa tengo que decir que nunca renegué de ellos por eso con el típico «ahora se han vuelto comerciales y ya no me gustan». Más bien al contrario.
Pero desde luego el salto a la fama llegó con su segundo álbum: «No Need To Argue» (1994) y es todo mérito de un único tema: su primer single «Zombie«. La canción con un ritmo muy marcado, una línea de bajo repetitiva y muy reconocible y las guitarras distorsionadas, junto con la voz de Dolores cantado y gritando contra la violencia se convirtió en uno de los temas más reconocibles de la década de los 90. A la altura de «Losing My Religion» de R.E.M.
«Zombie», que es un tema tan energético, contrasta con el resto del disco, mucho más tranquilo y más en la línea de los medios tiempo de su primer álbum. Algo que quizá sorprendió, o decepcionó, a quienes los escuchaban por primera vez, pero que en realidad a quienes los conocíamos nos parecía mucho más coherente.
Porque el estilo de The Cranberries desde el principio siempre había sido ese, caracterizado por armonías sencillas -tirando a simples- y arreglos correctos pero desnudos, casi minimalistas -excepto en las armonías vocales-. En definitiva, algo que iba muy en la línea de la década de los 90, en la que la tendencia era desprenderse de toda la parafernalia barroca y superflua de los 80.
Ese fue el germen de su éxito: que encajaban muy bien en su época. Sus primeros discos coincidieron en el tiempo paralelamente con el auge del grunge en Seattle. Por eso no es de extrañar el toque tan a lo grunge en los arreglos de bajo, guitarra y batería «Zombie», aunque luego pegase menos con el resto de las canciones del grupo.
A partir de ahí la carrera de The Cranberries comenzó a ser un tanto irregular, sin volver a alcanzar nunca la calidad de sus dos primeros discos. El tercero, «To the Faithful Departed» (1996), contiene un buen puñado de canciones, pero en conjunto no es tan bueno. Se nota cierta ansia -o presión por parte de la discográfica- de repetir la fórmula de «Zombie» en algún tema, y en general de hacer un disco más enérgico. Algo que la verdad no les pegaba.
Esta situación se compensa bastante con el cuarto: «Bury the Hatchet» (1999). Un álbum mucho más equilibrado y repleto de himnos pop como «Animal Instinct», «Promises» o «Just My Imagination». Una clara remontada que demostraba que el que tuvo retuvo. En 2001 lanzaron su quinto álbum «Wake Up and Smell the Coffee«. Una propuesta digna que se sostiene casi únicamente en el tema estrella «Analyse». Y con esto, en mi opinión, cierran la década de los 90, donde se incluyen las principales aportaciones del grupo.
En la primera década del siglo XXI Dolores O’Riordan comenzó una carrera en solitario con la publicación de dos álbumes: «Are You Listening?» (2007) y «No Baggage» (2009). Unos disco que se dejan escuchar con mucho agrado -en especial si eres fan-, pero que no aportan nada nuevo y podrían ser perfectamente álbumes de The Cranberries. Yo tuve la oportunidad de verla en directo en 2007 con la gira de «Are You Listening?» y al final lo que levantó el concierto fue cuando interpretó todos los éxitos clásicos del grupo.
Casi por sorpresa en 2012 The Cranberries se volvieron a reunir y regresaroncon que ahora sabemos es su último álbum: «Roses«. Bien hecho y con algunos temas destacables como «Tomorrow», pero a fin de cuentas más de lo mismo sin ninguna evolución.
Tras este disco y gira el grupo se separó hasta 2017, cuando se juntaron para una gira que prometía la posibilidad de que hubiera pronto nuevo material. Pero la salud de Dolores O’Riordan se resintió por problemas de espalda, los cuales obligaron a suspender muchos de los conciertos programados.
La trágica y repentina muerte de Dolores acaba con cualquier posibilidad de continuidad del grupo -más allá de algún oportunista concierto de homenaje que pueda surgir con cantantes invitadas-. Pero The Cranberries nos deja una colección de canciones inolvidables y una ristra de temazos pop que marcaron una década y a toda una generación.
Dulces sueños Dolores.