A Netflix solo le faltaba meterse en el mundo de los wésterns y lo ha hecho por la puerta grande con Godless. Estrenada el pasado 22 de noviembre, esta miniserie de siete episodios entra en la categoría de las producciones de gran calidad de la productora. Vamos a ver por qué.
La estructura básica de Godless es un wéstern arquetípico que hemos visto ya mil veces. Una vez que vemos cómo empieza ya sabemos cómo va a terminar. Es una serie claramente de género y no vamos a encontrar ninguna novedad argumental en este sentido.
De hecho Godless podría haberse resumido en una película de poco más de dos horas. Habría quedado seguro un wéstern la mar de resultón. Pero precisamente la virtud de esta miniserie es tener tiempo -más de siete horas- para recrearse en los personajes y sus situaciones. Godless se lo toma con calma y acierta de pleno en su planteamiento y ritmo.
La historia de venganza del forajido Frank Griffin -un Jeff Daniels casi irreconocible- contra su anterior socio Roy Goode -Jack O’Connell- es el eje de la trama en torno al cual gira todo lo demás.
Sin embargo, aunque el MacGuffin sea una persecución por una venganza, el peso real de la historia recae en el resto de personajes que por casualidad se ven envueltos en ella. Principalmente en las mujeres de La Belle en Nuevo México, las cuales tienen que sobrevivir solas en el Oeste tras una tragedia en la mina que acabó con la vida de la mayoría de los hombres del pueblo.
Godless es una miniserie coral repleta de personajes peculiares en los que se profundiza y de los cuales conocemos su pasado y sus motivaciones para hacer lo que hacen. Siete horas y media de metraje dan para mucho en este sentido y saben aprovecharlas. Aunque quizá hay demasiados flashbacks para mi gusto.
Uno de los puntos fuertes de Godless es haber conseguido construir una historia interesante y consistente sobre el andamio de la típica estructura del wéstern y no resultar un pastiche. Mérito indiscutible del director y guionista Scott Frank. Pero el otro punto que destaca, y mucho, es la cuidadísima producción con la que cuenta.
Y es que la fotografía es espectacular. A cargo de Steven Meizler -un veterano operador de cámara que ha trabajado en algunas grandes producciones, muchas de ellas con Steven Spielberg-. El manejo de los planos, los encuadres, los movimientos de cámara y, sobre todo, el color. Detrás de Godless hay un trabajo artístico como pocos.
Vale que puede ser que tanto empeño en la forma puede que te saque de la historia en algún que otro momento. Pero en cualquier caso eso no desmerece que estamos hablando de una obra de arte.
Todo ello complementado con la música de Carlos Rafael Rivera, una banda sonora que está a la altura de las imágenes y que sabe emocionar cuando debe. La música está muy presente en todo el metraje. Se nota que han puesto mucho empeño en que sea un elemento importante.
La suma de todos estos elementos construye un conjunto sobresaliente con un final que, por previsible que sea, no dejar de ser de lo más emocionante que he visto en tiempo. Godless es absolutamente recomendable.