GLOW es la serie del verano. Sí, es una afirmación arriesgada a las alturas que estamos de julio, cuando queda tanto estío por delante. Pero con permiso de Juego de Tronos -que ya está muy vista- y de Twin Peaks -que directamente juega en otra liga-. yo me voy a mojar: creo que es la propuesta más fresca y más interesante que vamos a encontrar estos meses.
Netflix ha apostado sobre seguro exactamente en la misma línea en que ya lo hizo el verano pasado con Stranger Things. Es decir, originalidad cero y refrito de ideas mil veces vistas antes para ofrecer al espectador de entre treinta y cincuenta años un relato nostálgico de la década de los 80. Una década que, a pesar de todo lo que se ha dicho de ella, no deja nunca de estar de moda. Algo tendría.
En este caso GLOW -siglas de Georgeous Ladies of Wrestling- va, como su propio nombre indica, de un grupo de actrices que a falta de otro trabajo entran en el mundo de la lucha libre femenina. Aunque la serie es ficción, el circuito de GLOW existió de verdad. Hasta qué punto la serie es fiel a lo que pudieron ser los inicios de ese mundillo no lo sé, pero tampoco importa.
El tema de la lucha libre es una excusa para, por medio de una historia la mar de lineal, sencilla y previsible, hacer otro homenaje a los años 80. Mientras que Stranger Things iba más en la línea de Steven Spielberg y Stephen King, GLOW me recuerda más a Flashdance (1983), tanto por la vestimenta y la música como por el personaje protagonista.
Y es que el protagonismo de GLOW lo tiene la actriz Alison Brie en el papel de Ruth, y es lo mejor de la serie. Por supuesto es el rol estereotipado de chica que es un desastre en su vida personal y laboral pero que con empeño y esfuerzo va consiguiendo sus metas. Sin embargo, Alison Brie es perfecta tanto interpretativa como estéticamente para el papel. Un acierto de casting sin duda.
El contrapunto se lo da Marc Maron en el papel de Sam Sylvia, el cínico director del programa. Se trata de un director de películas de serie B que se ve obligado a dirigir el proyecto de lucha libre femenina. Maron también es un acierto de casting en su papel de descreído y fracasado director de vuelta de todo.
GLOW cuenta con una producción excelente. Sobre todo en lo que a escenografía y vestuario se refiere. Es pura década de los 80. Tan hortera y excesiva como maravillosa.
Hasta aquí, todo esto está muy bien: otro refrito nostálgico ochentero, poco original pero con una buena producción y buenas actuaciones. ¿Es esto suficiente para afirmar que es la serie del verano? Desde luego que no.
Pero entonces, ¿qué tiene GLOW? Pues que funciona endiabladamente bien. Que fluye con un ritmo casi perfecto. Que es divertida e irónica. Que no cae en las partes dramáticas en el melodrama y que las referencias a los años 80 son en general sutiles, y cuando son evidentes son aún mejor.
El problema que tenía Stranger Things es que estaba alargada de más, que flojeaba en el ritmo e incluso sobraban capítulos enteros. Ya sé que los más fan esto les parecerá un sacrilegio, pero es así. En GLOW no ocurre eso, la serie avanza con una fluidez poco habitual. Quizá ayuda que la duración de los capítulos es de poco más de media hora. Pero sea como sea, funciona.
Por último, pero no menos importante, no puedo dejar de mencionar el punto feminista que destila la serie, y que va más allá del mero hecho de que esté protagonizado por más de una docena de mujeres. El discurso feminista es sutil, pero está ahí; y quizá sea lo más anacrónico de GLOW, puesto que es más actual que ochentero. En cualquier caso bienvenido sea.
GLOW es una serie para ver y disfrutar en verano. Os vais a divertir.