Entre los estrenos recientes de Netflix nos encontramos una pequeña joya que se ha colado casi sin avisar. Hablo de la miniserie Gambito de Dama, basada en la novela de Walter Tevis y escrita y dirigida por Scott Frank. Si no conocéis a Frank os recuerdo que es el responsable de Godless (2017), una de las mejores series que vais a encontrar en Netflix. Si no la habéis visto, ya estáis tardando.
Gambito de Dama trata sobre una joven, Beth Harmon, con un gran talento para el ajedrez en las década de los años 60 en Estados Unidos. Al más puro estilo de drama de superación, asistimos a las peripecias de la protagonista para alcanzar sus metas en el ajedrez mientras lucha contra sus propios demonios y debilidades.
Aunque toda la serie gira en torno al juego del ajedrez, nunca llega a resultar pesada en ese aspecto ni, desde luego, es necesario conocer los pormenores de este deporte para disfrutar de la serie.
Gambito de Dama de hecho no va de eso, sino que versa sobre la soledad. La protagonista es huérfana y se cría en un orfanato, y desde muy pequeña se focaliza en el ajedrez como vía de escape de dicha situación de aislamiento. A partir de ahí las relaciones personales y cómo gestionarlas serán el leitmotiv de la serie. El viaje iniciático de Beth no es tanto el de ganar una partida, un torneo o un campeonato, como el de encontrar su lugar en el mundo.
En todo esto el ajedrez es la excusa, bien podría haber sido cualquier otro juego o deporte. Pero lo cierto es que el ajedrez también juega un papel simbólico en toda la trama que no hay que despreciar. Empezando por el mismo título de la miniserie. El gambito de dama es una jugada concreta en la que no voy a entrar aquí, pero sí es importante para entender mejor la serie saber que, en general, en ajedrez un gambito consiste en sacrificar una pieza para ganar una mejor posición en el tablero. Que es básicamente lo que la protagonista hace casi todo el tiempo, sacrificarse para conseguir avanzar.
Otra jugada de la que se habla mucho en Gambito de Dama es la defensa siciliana. Una jugada inicial que por definición es agresiva y suele llevar a partidas más abiertas en el medio juego y, digamos, más caóticas. Otra vez una referencia clara a la personalidad de Beth Harmon. Por eso digo que, aunque no es necesario saber de ajedrez para disfrutar esta serie, es desde luego un valor añadido para comprender muchas de las referencias metafóricas que han incluido los creadores.
Otro aspecto a valorar de Gambito de Dama que está ahí, aunque sea de forma secundaria, es el contexto social y político. La miniserie trascurre en EE. UU. entre las décadas de los años 50 y 60 del siglo pasado. Scott Frank, al igual que hizo en Godless, aprovecha para hacer un alegato feminista muy acertado. En este caso lo podemos ver claramente en la relación entre la personalidad independiente de la joven Beth, y la de su madre adoptiva, vencida por una sociedad machista que le ha impedido realizarse como persona.
Por supuesto, la Guerra Fría también está presente en Gambito de Dama, como no podría ser de otra forma en una serie de temática ajedrecística cuando la Unión Soviética era la primera potencia de este deporte. En ese aspecto Scott Frank también resuelve de forma muy satisfactoria la serie sin caer en el anticomunismo barato del que tanta gala hacen últimamente otras series de nostalgia ochentera.
Pero Gambito de Dama no habría sido tan redonda sin el indudable acierto de casting que supone la elección de Anya Taylor-Joy como protagonista. A Taylor-Joy la hemos visto en películas como Múltiple (2016) y Glass (2019) de M. Night Shyamalan o en El secreto de Marrowbone (2017), o en series como Peaky Blinders. En esta ocasión es la protagonista absoluta, y no cabe duda de que se come la pantalla cuando está presente -lo que ocurre prácticamente en cada plano-.
El resto de actores y actrices están a la altura como lo que son: meros secundarios para arropar a la incuestionable protagonista. Cabe destacar a Marielle Heller como Alma, su madre adoptiva; Thomas Brodie-Sangster como Benny, al que conocemos de las películas de El Corredor del Laberinto, pero también de Godless; y Harry Melling, al que recientemente vimos en El Diablo a Todas Horas y conocemos de la saga de Harry Potter. Todos ellos realizan interpretaciones muy destacables que dotan al conjunto de una calidad inusitada en el catálogo de Netflix.
Al igual que en Godless, la fotografía corre a cargo de Steven Meizler. Así que que si habéis visto la citada serie, ¿qué se puede decir? Meizler hace un trabajo sobresaliente a la hora de fotografiar la década de los sesenta con un uso del color muy propio de la época. Además, la escenografía es a veces impresionante, con los grandes espacios donde se ubican los torneos y cómo están perfectamente integrados en el momento en el que trascurre la trama.
La única pega que le puedo encontrar a Gambito de Dama es que, en ajedrez, los torneos no suelen ser a una sola partida, sino al mejor de muchas. Pero vamos a perdonar esa licencia por necesidades dramáticas, y vamos a disfrutar de esta miniserie que es prácticamente redonda, como nos tiene acostumbrados Frank, y que sitúa a Anya Taylor-Joy como una actriz de primera línea a la que hay que seguirle la pista.
- La dirección de Scott Frank
- La fotografía de Steven Meizler