Este mes de agosto llegó a las salas de cine la novena película de Quentin Tarantino Érase Una Vez… En Hollywood. Protagonizada por Leonardo DiCaprio, Brad Pitt y Margot Robbie y acompañada por excelentes críticas, ha sido sin duda el acontecimiento cinematográfico del verano.
Érase Una Vez… En Hollywood es un homenaje al cine, es evidente. Pero no a cualquier cine, sino al del Hollywood decadente de una época, el de las películas que creció viendo el propio Tarantino. En los años 60 y principios de los 70, en la era pre Star Wars, el cine de Hollywood estaba en crisis. La época dorada de las grandes estrellas había pasado y la popularización de la televisión le estaba comiendo el terreno a las salas de cine.
Es en ese contexto donde Tarantino nos presenta a sus personajes protagonistas: Rick Dalton (DiCaprio), un actor mediocre venido a menos; y Cliff Booth (Pitt), su doble en escenas de acción y chico para todo. La trama de estos dos personajes es en general irrelevante, y solo funciona de MacGuffin para que el director nos haga un tour por el Hollywood de los años 60.
Así podemos ver por ejemplo a Bruce Lee o a Steve McQueen, pero Tarantino también aprovecha todo este despliegue para mostrarnos una significativa lista de cameos al más puro estilo de cine de amiguetes de Santiago Segura. Entre ellos destacan Al Pacino, Kurt Russell, Michael Madsen, Lena Dunham o el recientemente desaparecido Luke Perry.
Voy a parar un momento para recapitular. Tenemos la historia de dos personajes que, en apariencia, no va a ninguna parte; un montón de cameos, en escenas muchas de ellas innecesarias; y una serie de flashbacks, algunos de ellos larguísimos, que entorpecen la narración constantemente. Esto último no en el sentido de «otra genial y original estructura narrativa de Tarantino«, sino al contrario: en el de un fallido quiero y no puedo.
En medio de todo esto hay una subtrama que no había mencionado hasta ahora y que es en realidad el meollo de toda la película: los terribles asesinatos que en pleno verano «del amor» de 1969 -hace ahora 50 años- la familia Manson perpetró en la casa de Roman Polanski y Sharon Tate, asesinando a esta última y a su hijo no nato, entre otros. Sharon Tate (Margot Robbie) se convierte así en la tercera protagonista de Érase Una Vez… En Hollywood, a la que seguimos a lo largo de distintos episodios tan irrelevantes y carentes de garra como los de Rick y Cliff.
El juego que nos propone Tarantino es obvio: mientras por un lado hace su particular homenaje al cine de la época, por otro nos va presentando a Polanski, Tate y a Manson y compañía. Inevitable y previsiblemente todo confluye al final de la película. El problema de Tarantino es que da por hecho que todo el mundo conoce esa historia y a sus protagonistas. Vale, puede que en Estados Unidos sea algo aún bastante popular, pero en el resto del mundo ya poca gente recuerda quién fue Sharon Tate.
Esto es un problema muy serio en la película, ya que Tarantino nos propone entrar en un juego cuya pieza clave es que el público conozca previamente los detalles de los crímenes de la familia Manson. Sin este conocimiento te pierdes buena parte de la gracia de la película. Me imagino al público millennial o de la generación Z que vea Érase Una Vez… En Hollywood, sin saber quién es Roman Polanski o quién era Sharon Tate y lo que les ocurrió, preguntándose durante toda la película que a dónde narices va todo esto.
El final es muy previsible -o por lo menos yo lo vi venir de lejos-, pero, como he dicho, quien no conozca los crímenes de la familia Manson no acabará de entenderlo y disfrutarlo. Eso sí, es al final donde tenemos la dosis de violencia tarantiniana que los fans esperamos. Por supuesto es más de lo mismo. Nada que no le hayamos visto antes al director de Tennessee hacer con más gracia.
Lo mejor de Érase Una Vez… En Hollywood es Brad Pitt. Sus escenas salvan la película del desastre total. En especial su viaje al Rancho Spahn, donde vivía la familia Manson, es el mejor momento de la película, donde podemos ver un destello de gran cine. No cabe duda de que Tarantino es un gran director con muy buen oficio.
Lo peor es Leonardo DiCaprio. No es solo cuestión de que su personaje sea patético -que es lo que el director pretende sin duda-, sino que resulta en la mayor parte de escenas sobreactuado. Fijáos en las escenas en las que llora y decidme si resulta mínimamente creíble o no. Me parece inaudito una interpretación tan mediocre en un actor de esta categoría y en manos de un director de la talla de Tarantino.
Por último, Margot Robbie hace un papel bastante soso en el rol de una Sharon Tate que simplemente va dando vueltas por ahí. Sin embargo, Robbie tiene algo que consigue dotar al personaje de cierta entidad. Es una actriz que se merece papeles mejores y que ya ha demostrado su valía en películas como El lobo de Wall Street (2013), en la estupenda Yo, Tonya (2017) donde hace una interpretación genial, o en su magnífica caracterización como Harley Quinn en la horrible Escuadrón Suicida (2016).
Érase Una Vez… En Hollywood es una de las películas más flojas de Tarantino en los últimos tiempos. Dispersa y confusa, su bienintencionado homenaje al cine de una época no acaba de cuajar. La extensa duración -le sobra media hora- tampoco ayuda.
Reconozcámoslo: Tarantino nunca volverá a ser el de las obras maestras Reservoir Dogs, Pulp Fiction y Kill Bill.
- El guion
- La excesiva duración