A finales del mes de enero pasado se estrenó en Netflix la segunda temporada de Bonding, una serie de 2019 con capítulos muy cortos -en torno a los quince minutos de duración-. Se trata de una comedia dramática cuya trama aborda todo tipo de fetiches sexuales como principal reclamo o seña de identidad.
Tiff (Zoe Levin) es una dominatrix que se gana la vida ejerciendo de ama para todo tipo de clientes sumisos. En ese mundillo no conviene estar sola, para lo que recurre a su amigo gay Pete (Brendan Scannell) para que la acompañe, la ayude y le dé seguridad. Él en principio no se siente para nada cómodo con la situación, pero poco a poco se va metiendo en el tema.
La forma de abordar el BDSM de la serie es muy poco creíble, pero funciona bien para su propósito de buscar la comedia presentando situaciones estrambóticas y, a menudo explícitas, que resultarán de lo más chocante para la mayoría del público. Pero al final, si separamos el grano de la paja, lo que tenemos es una comedia romántica más convencional de lo que pueda parece en un principio.
La primera temporada resulta fresca y divertida. La originalidad y la sorpresa de la novedad, así como la corta duración de los capítulos, hacen que funcione a la perfección y no te dé tiempo a sacarle defectos. Antes de que te des cuenta el capítulo ha terminado y tú ya tienes ganas de más.
Pero por desgracia esta tendencia no se mantiene en la segunda temporada estrenada este año. Ni siguiera la duración de los episodios puede ocultar el bajón en los guiones. Una serie de este tipo no puede tomarse demasiado en serio a sí misma. Pero eso es justo lo que hacen en la segunda temporada, que deja a un lado el sentido del humor para centrarse más en el drama de las relaciones entre los personajes.
Un equilibrio entre comedia y drama es fundamental en una trama para fomentar los contrastes. Bonding lo consigue con bastante éxito en la primera temporada. Pero en la segunda de repente se desequilibra la balanza en favor del drama y deja de ser divertida. El problema es que quienes hemos llegado hasta aquí no lo hemos hecho para ver un drama, sino para disfrutar una comedia loca, y eso puede decepcionar a buena parte del público.
Aún así Bonding resulta una propuesta interesante, divertida y a ratos hasta tierna. La escasa duración de cada episodio ayuda a que no te quede la sensación de que has perdido el tiempo con ella.