Este fin de semana ha llegado a los cines la tan esperada -y temida- Blade Runner 2049, secuela de la película de culto dirigida por Ridley Scott en 1982. En este caso el encargo ha recaído sobre el director Denis Villeneuve, lo cual a priori ya es de por sí una buena noticia. ¿Os imagináis el desastre de haberla dirigido el propio Scott -que aquí solo hace de productor ejecutivo-?
Vivimos tiempos mediocres en lo que a la gran industria del cine se refiere. Las grandes producciones están copadas por sagas de superhéroes y secuelas de grandes películas para intentar estirar la gallina de los huevos de oro y, de paso, paliar la total falta de imaginación y originalidad de estos tiempos.
La lista de remakes o secuelas es larga. Podemos mencionar desde los nuevos episodios de Star Wars -por el hecho de que también sale Harrison Ford en un papel decadente-; hasta Prometheus y Alien: Covenant, precuelas de la maravillosa Alien (1979) dirigidas de forma desastrosa por el propio Ridley Scott.
En este contexto de «todo por la pasta sin respetar nada» es donde nace la idea de hacer una secuela de Blade Runner. Sin embargo, y contra todo pronóstico, una vez vista tengo que decir que estamos ante una buena película, muy por encima en calidad que otras secuelas que no son más que mero trámite para hacer taquilla.
Todo el mérito de que esto sea así es sin duda del director Denis Villeneuve, uno de los realizadores más interesantes de Hollywood en la actualidad, responsable de películas estupendas como La Llegada (2016) o Prisioneros (2013).
La palabra que define Blade Runner 2049 es RESPETO. Si por ejemplo recientemente hemos asistido a la nueva temporada de Twin Peaks, donde David Lynch no ha hecho casi ninguna concesión a los fans de la serie; aquí ocurre justo lo contrario.
Villeneuve es muy consciente de lo que significa Blade Runner para mucha gente y de que hacer una secuela de una película tan mítica es algo muy delicado. El director canadiense ha optado por no arriesgar ni un ápice e ir a lo seguro para contentar a todos los fans de la original.
Y le ha salido bastante bien. Blade Runner 2049 es en resumidas cuentas un homenaje a la película de Ridley Scott en cada plano, en su atmósfera, en su trama y en su ritmo. Sí, es más de lo mismo, solo que treinta y cinco años después.
Por lo tanto viene también a tener sus mismas virtudes y sus mismos defectos. Porque sí, niñas y niños, Blade Runner es una buena película pero con defectos. Sin desmerecer su calidad he de dejar claro que se trata de un film bastante sobrevalorado. Alguien tenía que decirlo.
La secuela de Villeneuve mantiene el mismo ritmo lento que la original. Y a pesar de eso sus casi tres horas de metraje no se hacen largas. También mantiene, o copia, la atmósfera de ese futuro distópico y ya paralelo -alcanzaremos la época de la primera película en dos años-. Ya no nos creemos que el futuro vaya a ser así, pero asumimos como válida la realidad alternativa que nace de la película de 1982.
En cuanto a la trama, aún siendo nueva -y bastante previsible-, también tiene una lógica y una coherencia con su antecesora. Sigue siendo una mezcla de western y cine negro futurista con más continente que contenido. Los supuestos dilemas filosóficos que se plantean tienen un recorrido muy corto en ambas películas.
Así que vamos a lo que realmente importa en la saga Blade Runner: la forma. Y aquí es donde Denis Villeneuve triunfa por completo. Blade Runner 2049 es una gozada para los sentidos. La fotografía es espectacular, hay secuencias y planos maravillosos, y la escenografía es de lo mejor que he visto en mucho tiempo. Por ver cosas como esta es por lo que merece la pena que existan las superproducciones de Hollywood, sin cuyos recursos no habría sido posible tal despliegue visual.
Para redondear la experiencia no podemos dejar de hablar de la banda sonora. Esta vez está a cargo de Hans Zimmer y Benjamin Wallfisch. Como no podía ser de otra manera se trata también de un homenaje a la música original de Vangelis. El trabajo de Zimmer y Wallfisch no alcanza las cotas de la banda sonora original de Vangelis, pero sí cumple a la perfección su función de recrear la atmósfera de la película de Ridley Scott de la forma más fiel posible.
En cuanto a los actores no hay mucho que decir. Ninguno hace un trabajo especialmente reseñable. Ryan Gosling está correcto y no se le puede pedir más en su papel de replicante de nueva generación. Lo más interesante es la presencia de Harrison Ford en otro papel decadente para tocar la fibra a los nostálgicos de los años 80. Pero al final, como en todas sus últimas películas, está totalmente desaprovechado.
Blade Runner 2049 es una buena película en sí misma, a la vez que un respetuoso homenaje a la original que no debería defraudar ni a los fans más recalcitrantes. Hay quien dice que esta secuela no emociona como la original, pero lo cierto es que es tan fría -y eso a pesar de que hay un montón de lágrimas que no vienen a cuento- y sencilla como lo era la de Ridley Scott. Quizá la única diferencia es que aquella la vimos cuando éramos treinta y cinco años más jóvenes. Denis Villeneuve no tiene la culpa de que nosotros hayamos cambiado con los años. Él ha hecho un gran trabajo, y se nota que con mucho cariño y respeto por el original.
Mi recomendación es que la veais y que lo hagáis en una sala de cine para disfrutarla con todos los sentidos puestos en ella, como debe ser con el cine de estas características. Porque si os esperáis a verla en la televisión correis el riesgo que dormiros en el sofá, al igual que ocurre con la Blade Runner de Ridley Scott, responsable de las mejores siestas que ha habido por todo el mundo en los últimos treinta años.