Tsipras se ha pasado al lado oscuro de la fuerza, y el primer paso es reconocerlo. Aunque lo más grave fue la aceptación del tercer memorándum en Grecia, para mí -y creo que para muchos- la gota que colmó el vaso fue la convocatoria de elecciones anticipadas por parte de Tsipras. Esto obedece a que una vez hecha realidad la capitulación del gobierno griego, Tsipras quedaba muy debilitado y sin apoyos.
Convocar elecciones le permite reforzarse frente a sus críticos dentro de Syriza –una Syriza que ya no existe porque ha saltado por los aires-, y también eludir el congreso de esta formación en el que tendría que rendir cuentas de su gestión. Además, quien salga ganador en las elecciones de este mes tendrá el ominoso deber de gestionar las miserias del rescate de la Troika, y poco más.
Esto es malo. Muy malo. Sin paliativos. Y nos deja a quienes no solo hemos apoyado a Syriza, sino que la hemos situado como nuestro referente, con el culo al aire. Tanto es así que no todo el mundo está reaccionando como se esperaría por parte de gente crítica. Hay quieres prefieren mirar para otro lado y no ver la rendición de Tsipas. Pero también hay quienes intentan justificarlo al decir cosas como que convocar elecciones y consultar al pueblo al no cumplir su programa es de lo más democrático, o por lo menos mucho más que el ejemplo de Rajoy en España -claro, más democrático que Rajoy es casi cualquier cosa-.
Hay que recordar que Tsipras convocó un referéndum donde el pueblo dijo OXI -«no», en griego- al tercer rescate en las condiciones de la Troika. Lo democrático habría sido cumplir con el mandato del pueblo y no aceptar el memorándum. O, en el peor de los casos, convocar elecciones antes de claudicar y no después, cuando ya es un hecho consumado y solo queda el gestionar cómo se aplican los devastadores recortes que impone la Troika.
Esto es indefendible. Así lo han entendido personajes como Varufakis -quien declaró que habían traicionado al pueblo griego-, o la escisión de Syriza Unidad Popular. Y también muchas voces críticas en España. Aunque no todas. Lo que es comprensible. Cuando te has mojado tanto con una propuesta política como han hecho Izquierda Unida y Podemos con Syriza, resulta muy complicado reconocer públicamente que los objetivos han sido traicionados y que Tsipras, el líder que representaba nuestras esperanzas, se ha vendido a la Troika, se ha pasado al lado oscuro. El plan de la Troika ha funcionado a la perfección: humillar a Syriza, matarla y resucitar al PASOK con otro nombre.
Izquierda Unida, por medio de Alberto Garzón, lo ha llevado bastante bien, oponiéndose sin matices a las condiciones del rescate y, sin ir a degüello, siendo críticos con la postura de Tsipras. Podemos en mi opinión lo ha gestionado peor. Su identificación con Syriza, por lo menos mediáticamente, era casi total, y en vez del trauma político que supondría cortar toda relación de raíz han preferido -en un tacticismo para mí incomprensible- justificar lo injustificable. Aunque hay que reconocerles que existen también voces críticas en dicha formación.
Lo cierto es que el mensaje que nos llega desde Grecia es demoledor y completamente desalentador. Y ese mensaje no es otro que: «no se puede«. No se puede luchar contra la Troika, no se puede llevar la contraria a Alemania, da igual lo que diga el pueblo democráticamente, no existe la democracia y cualquier gobierno del signo que sea acabará cediendo, acabará arrodillado.
Por supuesto yo no comulgo con ese mensaje, yo creo que sí se puede. Hay ejemplos en el mundo de gobiernos dignos que sirven al interés de su pueblo a pesar de las amenazas, los chantajes, las campañas mediáticas de difamación, los sabotajes y hasta los intentos de golpe de estado. Solo hay que tener voluntad política y determinación democrática.
Pero en cualquier caso ni con toda la voluntad del mundo va a ser fácil enfrentarse a la Troika. Por eso es tan importante que no miremos para otro lado y afrontemos de frente lo que ha ocurrido en Grecia, que lo analicemos y saquemos las pertinentes lecciones de ello. Porque ahora nos toca a nosotros.
Las elecciones generales en España son en diciembre y nos jugamos no solo los próximo cuatro años, sino el futuro de las próximas generaciones. Para mí la conclusión es clara: solo uniéndonos todas las fuerzas democráticas y transformadoras, generando verdadera ilusión y apoyo popular, tendremos alguna posibilidad. Todo lo demás será repartir miseria para regocijo de los partidos al servicio de Merkel.