Como ya comenté en este post, una de las películas más esperadas de este otoño es Los Juegos del Hambre: Sinsajo, Parte 2. Las razones de su expectación no eran, obviamente, por su calidad; sino porque se trata del broche final de la saga, y es tontería a estas alturas no ir a verla si ya has visto las tres anteriores.
Craso error. Los Juegos del Hambre: Sinsajo, Parte 2 es aburrida. Muy aburrida. Si alguien -entre los que me incluyo- pensaba que al dividir el tercer acto en dos películas se habían reservado lo mejor para el final, no puede estar más equivocado.
Sinsajo, Parte 1 era un tostón sin paliativos, pero uno esperaba que se tratase de un preludio para un final apoteósico. Pues no, la segunda parte sigue, y empeora con creces, la tónica de la primera. Sin ritmo, sin sentido, sin interés, sin fuste, sin sajo -perdón por el juego de palabras-.
Salvo alguna escena de acción con un poquito más de tensión el desarrollo de la historia es lento, absurdo, a veces ridículo y muy, muy previsible. Por no hablar del final o, mejor dicho, los finales. Porque si ya es larga y aburrida de por sí, además tiene más finales que El Señor de los Anillos: El Retorno del Rey. Y es que se ve que terminar una saga con el final, el final del final, el epílogo y el epílogo del epílogo queda como más cool.
La dirección es errática y el desarrollo a saltos. Los efectos especiales son totalmente artificiosos, todo frío y lejano, rodado sobre croma -¿ese humo está hecho con After Effects?-. Y los actores están planos, como de cartón piedra todos. Y eso que hay secundarios de lujo completamente desaprovechados.
Lo único que se salva es algún destello de una interpretación de verdad en Donald Sutherland. Y por supuesto Jennifer Lawrence, que está completamente metida en su papel y lo da todo. Una lástima que la película no esté a la altura y la potencial complejidad de los personajes se desperdicie, y eso que es donde está de verdad el interés de la saga.
Los Juegos del Hambre es una historia y un tipo de cine dirigido al gran público, especialmente a adolescentes -y también gente más crecidita-. Esto no es en absoluto algo negativo, al contrario: no hay que subestimar la frescura que puede traer el cine de entretenimiento y lo disfrutable que puede llegar a ser.
Pero vistas las cuatro películas con perspectiva está claro que su evolución ha ido a peor hasta el desastre final. Desde una primera entrega interesante y entretenida -que además casi ha inaugurado un género al que han seguido un montón de imitadoras-; hasta un tercer acto dividido artificiosamente en dos partes -todo por la pasta- a cual más insufrible.
Mi recomendación es que no vayáis a verla. Si queréis ver cómo termina esperad a que salga en alquiler -o lo que sea-. Pero de verdad: no merece la pena ir al cine.