La tremenda metedura de pata en la 89ª gala de los premios Oscars ha eclipsado casi todo lo demás. Sin duda va a ser por lo que se recuerde, no solo por lo llamativo de la situación, sino principalmente porque, como ya he apuntado antes en este blog, los premios de la Academia de Hollywood venían muy flojos este año por la mediocre calidad general de las películas a concurso.
Un error poético
Y es que el error a la hora de entregar el premio a la mejor película, además de ser de lejos el mejor momento de la gala, tiene un punto poético maravilloso. Recordemos que La La Land partía con 14 nominaciones como la gran favorita de la noche, y todo apuntaba a que iba a arrasar, y eso a pesar de ser una película mediocre, por no decir directamente mala. (La crítica completa la podéis leer aquí)
Afortunadamente, y con buen criterio de la Academia, La La Land no se llevó muchos de los premios principales a los que optaba, como mejor película, mejor guion y mejor actor -menos mal que no se lo llevó Ryan Gosling-; y se tuvo que conformar con mejor director –Damien Chazelle me parece buen director a pesar de La La Land-, mejor actriz y un puñado de premios técnicos menores.
Pero volviendo al error de la confusión de sobres a la hora de la entrega del premio, si habéis visto el final de La La Land entenderéis a qué me refiero con lo de poético. Lo que pudo ser y no fue. Subir a recoger el premio, saborear lo que pudo haber sido, para luego darte de bruces con la realidad y que el final sea otro. Precioso. Perfecto.
Moonlight justa ganadora
Y todo para arrebatarle el Oscar a La La Land, una película de Hollywood, por y para Hollywood, para dárselo a una cinta independiente sobre un negro homosexual. Está claro que los miembros de la Academia han compensado con este premio su tan criticada y evidente discriminación racista de otros años.
Sea como sea Moonlight me parece una justa ganadora. Si bien en mi crítica apunté que no estaba exenta de problemas, también dije que quizá fuera la mejor. En especial en comparación con el resto de candidatas, en una edición carente de grandes obras que pasen a la posteridad.
Una de cal y otra de arena
En cuanto a los premios a mejor actor y mejor actriz aquí nos encontramos una de cal y otra de arena. Casey Affleck sin duda se merecía el premio que se llevó. Si bien Manchester Frente al Amar no es la octava maravilla, sin duda el papel de Affleck es el más destacable de los Oscars de este año.
Para compensar este acierto la Academia premió a Enma Stone con el de mejor actriz por su insulso papel en La La Land. A ver, ella no está para nada tan mal como su compañero Ryan Gosling, pero desde luego no resiste la comparación con la actuación de la que debería haber sido la ganadora: Natalie Portman por su papel en Jackie.
Y poco más
Por lo demás poco más que destacar de una gala con candidatas mediocres, en su mayoría olvidables, que pasará a la historia por un garrafal, bochornoso e hilarante error.