Esos son otros López

Crítica de El Jovencito Frankenstein, mi homenaje a Gene Wilder

El pasado lunes falleció Gene Wilder a los 83 años, el famoso actor cómico norteamericano pero también guionista y director de cine. Su carrera se caracterizó por sus colaboraciones con Mel Brooks, que lo lanzaron a la fama, en especial «Los Productores» (1967), «Sillas de Montar Calientes» (1974) y «El Jovencito Frankenstein» (1974). Y más tarde haciendo dúo cómico con Richard Pryor, pareja que compartió un buen puñado de películas siendo quizá la más significativa «No me Chilles, que no te Veo» (1989).

Pero Wilder, como hemos dicho, también fue director y guionista, viviendo su mejor época en este aspecto en los años 80, con películas como «La Mujer de Rojo» (1984) y «Terrorífica Luna de Miel» (1986). La verdad es que todas estas películas son en general comedias flojas, tirando a mediocres. Sin embargo fueron muy populares en su época. Todavía recuerdo que no pude ver «No me Chilles, que no te Veo» en el cine porque la cola de la taquilla daba la vuelta a la manzana.

En esta trayectoria popular pero mediocre hay dos excepciones. Una «Willy Wonka y la Fábrica de Chocolate» (1971) -traducida en España como «Un Mundo de Fantasía» ¿?-, donde Wilder encarna al propio Willy Wonka, basada en el famoso libro de Roald Dahl y con guion del propio Dahl. Quizá sea gracias a esta película por la cual su imagen es más recordada, especialmente por un meme que circula por Internet.

La otra «El Jovencito Frankenstein«, una obra maestra en estado de gracia. Esta es sin duda su mejor película en todos los aspectos y por la que merece ser recordado. Yo, que tanto me he reído con ella, voy a hacerle mi pequeño homenaje a Gene Wilder analizándola en este post.

«El Jovencito Frankenstein» es una parodia de las películas clásicas de Hollywood sobre el monstruo creado por Mary Shelley. Parte de una idea del propio Wilder el cual empezó a escribir el guion pensando en qué pasaría si en la actualidad viviera el bisnieto del doctor Victor Frankenstein y heredara sus secretos sobre cómo devolver los muertos a la vida.

Para ello se basó en prácticamente todas las películas al respecto, pero muy especialmente en las de James Whale «El Doctor Frankenstein» (1931) y en «La Novia de Frankenstein» (1935). La idea y los primeros borradores del guion gustaron tanto que pronto se planteó la idea de que la dirigiera Mel Brooks, el director de parodias por excelencia.

El problema era que Brooks, de una personalidad arrolladora, solo dirigía películas escritas por él mismo. Pero su amistad con Wilder, con el que acababa de rodar la exitosa «Sillas de Montar Calientes», le predispuso a aceptar la oferta. Eso sí, una vez en el barco Brooks tomó completamente las riendas del proyecto. Hasta el punto de que los créditos del guion están compartidos al cincuenta por ciento entre Gene Wilder y Mel Brooks.

A partir de ahí comienza la producción de una de las películas más divertidas de la historia del cine. Todo está en estado de gracia aquí, todo funciona. El guion final roza la perfección en cuanto al ritmo, a los chistes -que son todos desternillantes-, y también en cuanto al homenaje a las películas clásicas de James Whale.

Juega un papel fundamental el hecho de que esté rodada en blanco y negro para darle ese aspecto de las películas originales. Pero esto que nos puede parecer ahora irrelevante, en su día fue un verdadero problema para la producción. En primer lugar el estudio se negaba en rotundo en rodarla en blanco y negro. En la actualidad es habitual que de vez en cuando aparezca en la cartelera alguna película en blanco y negro por los motivos artísticos que sean. Pero en los años 70 el blanco y negro estaba totalmente pasado de moda, era algo rancio frente al moderno color y, desde luego, era inapropiado para una comedia.

Finalmente Brooks se salió con la suya y consiguió que el estudio le permitiera rodarla en blanco y negro. Pero entonces se encontró con otro problema: los laboratorios de cine no estaban preparados para revelar en blanco y negro, algo que no se hacía en años. Una vez solventados todas las cuestiones técnicas lo que nos encontramos en «El Jovencito Frankenstein» es un estupendo trabajo de fotografía a cargo de Gerald Hirschfeld. Hirschfeld supo captar la atmósfera tenebrosa e impresionista de los primeros films sobre Frankenstein, a la vez que la dotaba de la suficiente luminosidad para acentuar el aspecto cómico central de cada escena. Una maravilla.

A esta ambientación ayudó mucho la cuidadísima escenografía. Los decorados de «El Jovencito Frankenstein» no se plantearon como los de una comedieta, sino como los de una auténtica película de terror de los años 30. De hecho rebuscaron en los almacenes de los estudios y dieron con buena parte de los decorados originales de las películas de Whale. Esta escenografía seria y respetuosa hacia que el contraste con la comedia fuera aún mayor, resaltando todavía más los chistes. Todo un acierto.

Pero todo esto no serviría de nada sin el estupendo plantel de actores cómicos: Marty Feldman como el mayordomo Igor, Peter Boyle como el monstruo, Teri Garr como la ayudante Inga, Madeline Kahn como Elizabeth, Cloris Leachman como la malvada ama de llaves Frau Blücher y el propio Gene Wilder como el doctor Frankenstein.

Todos lo hacen a la perfección, pero destaca sin duda la actuación de Marty Feldman cuya imagen con esos ojos saltones y su chepa «cambiante» ha pasado a la historia del cine. También Gene Wilder sobresale con una interpretación de lo más expresiva, a ratos super contenida, a ratos explosiva e histriónica.

Cuentan que el buen rollo en el estudio era tal que el mayor problema que hubo en el rodaje fue que tanto actores y actrices, así como el personal técnico, no paraban de reírse con las escenas y tenían que cortar para repetir una y otra vez. En algunos casos porque los actores no podían evitar la risa, en otros era el propio camarógrafo el que se echaba a reír y entonces la toma no valía porque la cámara temblaba por el movimiento involuntario del operador.

Otra anécdota es que el papel del ciego lo hace Gene Hackman, aunque está irreconocible. Hackman y Wilder, además de compartir nombre, eran grandes amigos y cuando Hackman se enteró del proyecto en el que estaba embarcado Wilder le pidió participar en un cameo. Hay que recordar que Gene Hackman era una estrella de cine muy famosa en los 70. Así que cuando lo incluyeron en «El Jovencito Frankenstein» como el ciego, lo caracterizaron tanto que nadie lo reconocía hasta que aparecía en los créditos. La sorpresa del público era mayúscula.

«El Jovencito Frankenstein» es sin duda y de lejos la mejor película que jamás han hecho Gene Wilder y Mel Brooks. Es divertidísima y atemporal. Todo está bien en ella. Si no la has visto aún corre a verla. Y si la has visto ya quizá esta sea una buena ocasión para revisionarla y hacerle así un pequeño homenaje al recién fallecido Gene Wilder.

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