Sin duda, la película de la que más se está hablando estos días es Blonde dirigida por Andrew Dominik. Estrenada en Netflix el pasado viernes 30 de septiembre, está dividiendo al público y a la crítica entre apasionados fans y furibundos detractores.
Blonde trata sobre la vida de Marilyn Monroe. O mejor dicho, sobre Norma Jeane Mortenson, la persona real que había detrás del personaje, interpretada aquí por Ana de Armas. Sin embargo, Blonde no es en realidad un biopic, para nada se trata de una biografía rigurosa de la actriz. Por el contrario, lo que es de verdad es una adaptación de la novela de ficción del mismo nombre escrita por la autora estadounidense Joyce Carol Oates.
Es fundamental este contexto para entender y disfrutar Blonde, y es perfectamente lógico que quienes esperasen una biografía de la actriz hayan quedado decepcionados e incluso horrorizados (en especiales quienes más admiran y conocen a Marilyn).
Blonde es un drama de terror psicológico en el que se nos retrata a una persona traumatizada desde la infancia que se empeña en encontrar una estabilidad y una felicidad que siempre se muestra esquiva y totalmente fuera de su alcance. La disociación entre Norma Jeane -la persona real- y Marilyn -el personaje- se exagera al máximo con el fin de potenciar el aspecto esquizofrénico de una vida que se debate constantemente entre dos personalidades opuestas.
Para lograr trasladar la sensación de desesperación, frustración y angustia de la protagonista, la película de Dominik recurre a la mezcla de realidad y sucesos conocidos -o sospechados- con la pura ficción totalmente inventada con fines dramáticos. Recordemos que el guion está basado en la obra de Oates y ambos, novela y film, no tienen complejos en crear de la nada cualquier escena si esta sirve a sus propósitos narrativos.
El resultado es un drama que se enfoca, no sin cierto sadismo, únicamente en los peores momentos de la vida de esta no tan real Norma Jeane. De hecho, las elipsis entre escenas lo que hacen es obviar cualquier momento potencialmente feliz o liberador -como por ejemplo su divorcio de Joe DiMaggio-, para mostrarnos únicamente lo peor -cuando este la maltrataba-.
Blonde es en realidad la pesadilla de una persona profundamente deprimida. Alguien que echa la vista atrás y al repasar su vida no ve más que lo malo y es incapaz de recordar lo bueno. Todo ello quizá justo en el instante previo a ingerir una sobredosis de barbitúricos. Por lo tanto, insisto una vez más, no hay que verla como una biografía literal, sino como una alegoría de la desesperación.
La película de Andrew Dominik es un drama que bordea el límite del melodrama en más de una ocasión, sobrepasando esa línea más de una vez. Por desgracia, estos momentos restan muchos puntos a un guion y una realización por lo demás impecables. Por poner un ejemplo, la escena en la que habla con su feto nonato es bochornosa y parece más propia de un spot moralizante de fanáticos de ultraderecha que de un drama psicológico serio.
Pero quitando eso la realización de Blonde es soberbia. Andrew Dominik es un director con pocas películas en su haber. Es conocido principalmente por la sobrevaloradísima e inexplicablemente aclamada por la crítica El Asesinato de Jesse James por el Cobarde Robert Ford (2007). Más adelante dirigió Mátalos Suavemente (2012), una película también protagonizada por Brad Pitt que se deja ver pero que se olvida con la misma facilidad.
Es en Blonde donde Dominik alcanza la cumbre de su carrera demostrando una agilidad y una libertad creativas inusitadas, muy poco corrientes en los tiempos que corren. Las casi tres horas de película fluyen casi sin darte cuenta en una sucesión de estampas de la vida de Marilyn que apelan más al impacto visual que a otra cosa -al fin y al cabo esto es cine-.
Para llevar a buen término esta maravilla visual que es Blonde, Dominik cuenta con Chayse Irvin en la dirección de fotografía. Ambos muestran una libertad total a la hora de manejar el formato de la imagen, la relación de aspecto y el color. Todo ello está al servicio de la estampa que se está mostrando en ese momento y de las referencias visuales en las que se basa. No le busquéis otra interpretación al uso del color o de la proporción de la imagen. No tienen que ver tanto con el contenido de la escena en cuestión como con la intención de Dominik e Irvin de trasladarnos la sensación de estar viendo un álbum de fotos de Marilyn, donde unos se retrataron en color y otros en blanco y negro.
Blonde tiene momentos de gran cine que van desde la recreación de famosas escenas de las películas de Marilyn Monroe -las imágenes de La Tentación Vive Arriba (Billy Wilder, 1955) o de Con Faldas y a lo Loco (Billy Wilder, 1959) dan la impresión de estar viendo la película original-; hasta secuencias íntimas como la escena de la cocina en la casa de la playa entre Norma Leane y Arthur Miller (Adrien Brody), donde el encuadre se va cerrando sobre ella dejándole a él fuera de plano, situación que se repite cada vez que él vuelve a entrar en el encuadre, hasta dejarla a ella en un primer plano.
Por supuesto, la estrella de Blonde es la omnipresente Ana de Armas. Una actriz que lleva un tiempo triunfando en Hollywood, pero que a mí siempre me ha resultado de lo más anodina. Casi soy incapaz de recordar algunas de las películas en las que ha participado, ya que sus papeles resultan perfectamente intercambiables. Si los hubiera hecho otra actriz casi no se habría notado la diferencia.
Sin embargo, Ana de Armas brilla aquí como una estrella en lo que sin duda es el papel de su vida. No es nada fácil sostener una película de casis tres horas de metraje en la interpretación de una única persona que acapara todos y cada uno de los fotogramas de la misma. Ocurre en Blonde algo similar a lo que pasa con Spencer (2021), la película de Pablo Larrain protagonizada por una estupenda Kristen Stewart; que te lo juegas todo a que funcione la actuación de la protagonista, porque lo es todo. Además, ambas películas tienen bastantes puntos en común, ya que son relatos ficcionados de la vida de trágicos personajes públicos.
Ana de Armas realiza una interpretación intensa y maravillosa, consiguiendo mimetizarse con Norma Jean/Marilyn Monroe por completo. Sin duda el precio Óscar ya tiene nombre en la categoría de mejor actriz. Ana de Armas realiza el papel de su vida en Blonde, y va a ser muy difícil que vuelva a tener una oportunidad de lucirse como esta en toda su carrera.
Por si no fuera suficiente entre todo lo que está bien en Blonde, hay que hablar de la excelente banda sonora firmada nada menos que por Nick Cave y Warren Ellis. La música que envuelve a Blonde puede resultar un tanto anacrónica, ya recuerda a ese ambient progresivo de los 70 al estilo de Tangerine Dream o Vangelis, que nada tiene que ver con la época en la que vivió Marilyn. Sin embargo funciona a la perfección, aportando ese toque onírico y oscuro que necesita la película.
Blonde es gran cine. Es una obra maestra de la dirección y la fotografía, con una libertad creativa poco común hoy en día, que fluye sin complejos y que te engancha y emociona desde el primer minuto. A pesar de los fallos del guion cuando se pasa de frenada y cae en el más descarado melodrama, Blonde es sin duda la mejor película de Andrew Dominik, así como la mejor interpretación de Ana de Armas.
Los problemas que está teniendo y que dividen al público vienen porque se está vendiendo como un biopic, cuando no lo es. Si en vez de estar retratando a la icónica Marilyn Monroe, la película fuera sobre una mujer anónima -en una línea similar por ejemplo a Una Mujer Bajo la Influencia (John Cassavetes, 1974)-, igual habría sido recibida de otra forma por mucha gente.
Os os recomiendo libraros de prejuicios biográficos, asumir que se trata de ficción y dejarse llevar por la potencia de las imágenes de esta serie de estampas sobre la vida de una imaginaria Norma Jeane.
- Ana de Armas
- La banda sonora